28 de mayo de 2011

Vang Vieng


Antes de llegar a Vang Vieng teníamos en nuestra mente que íbamos a encontrar una especie de Benidorm, donde los jóvenes australianos se emborrachan mientras hacen tubbing (descender el rio con la cámara del neumático de un tractor parando en bares al margen del rio para beber). Aun con ese panorama pensamos que los alrededores si merecían una visita. 
El bus nos deja en una lejana estación de autobuses a varios kilometros del pueblo, algo con poco sentido pero que se repite en todas las ciudades.
Con nuestra mochila al hombro nos disponemos a llegar andando al pueblo, pero a los pocos metros una mujer en una ranchera nos ofrece llevarnos. Pensamos que será la propietaria de un guesthouse. Aun con nuestra cabeza en Vietnam y sus trampas, ni se nos ocurre pensar que tal vez no quiera nada. Al llegarnos bajamos y la mujer sigue su camino sin más. Esto nos hace recordar que estamos en Laos y que afortunadamente en este país la gente ayuda desinteresadamente.

Vang Vieng es un pequeño pueblo junto al rio Nam Lik. En una orilla se concentran hoteles, restaurantes y tiendas. Al otro lado, cruzando un puente de bambú, algunos gesthouses con cabañas y las montañas, además de varias aldeas donde los locales viven al margen del turismo. 



Nosotros nos alojamos en unas cabañas de bambú en un bonito prado donde pastan las vacas rodeado de un paisaje de ensueño. La tranquilidad es total y desde nuestra cabaña las visitas son magnificas. Esto es tan agradable que decidimos estar cuatro días para explorar los alrededores que parecen interesantes.



Amanece y la lluvia no nos abandona hasta media mañana, después de una noche sin cesar de llover. Nos disponemos a iniciar un treeking para encontrar unas cuevas. El sendero es fácil pero atraviesa arrozales inundados tras la lluvia. Con el agua hasta las rodillas seguimos hasta encontrar una pequeña cueva. 




A la vuelta vemos la fuerza que lleva el rio Nam Lik y que ha multiplicado su caudal por dos.
Nuestra sorpresa llega cuando vemos que el puente que nos unía con el pueblo ha desaparecido. Nos explican que lo han desmontado porque el rio baja con muchos troncos y hay riesgo que los troncos se lleven el puente. Ahora nos sentimos  incomunicados, si queríamos tranquilidad desde luego que la vamos a tener. Nos informan que para cruzar al pueblo tendremos que hacerlo en bote, siendo gratis para los huéspedes (solo estamos nosotros a esta orilla del rio).



Nos vamos a cenar al pueblo. Quizás sea porque es temporada baja pero está todo muy tranquilo. Para volver necesitamos dar uno gritos para que un barquero nos cruce. Ya de noche en la orilla no hay nadie, nos ponemos a gritar y desde la oscuridad oímos encender el motor de una barca que viene en nuestra búsqueda.

Al día siguiente caminamos hasta las cuevas de Tham Phu Kham, a siete kilómetros. De camino descubrimos otras cuevas a las que nos acompaña un paisano que nos hace de guía. Son realmente impresionantes con muchos pasadizos saliendo en varias direcciones.
Al salir continuamos por un pequeño sendero que nos adentra en la selva siguiendo el curso de un riachuelo.



La vegetación se hace cada vez más densa y las montañas kársticas invadidas por un manto verde nos regalan una vista espectacular.


Después de varias horas caminando llegamos a un circo donde nos encontramos rodeados de montañas haciendo del lugar de una belleza  especial. El silencio reina y nos hace sentir expedicionarios en las  profundidades de la selva.



Retomamos el camino principal. El calor aprieta y hacemos autostop, en seguida nos para un tractor. Nos deja a un kilometro de la cueva. Nuestra mayor recompensa es el baño que nos  damos en un rio junto a la cueva.
Para volver cogemos otro tractor. Al llegar vemos han desmontado el puente de otro rio por donde debíamos cruzar. En el lugar donde estaba el puente, ahora los niños se bañan y juegan en el rio. Tiene poca corriente y no cubre mucho, así que imitamos a los locales y cruzamos el rio dándonos un baño con ropa incluida.


El agua es vida y en estos países fluye por todo los sitios. En los ríos lavan la ropa y la comida y se lavan ellos (muchas veces a la vez), pescan y se desplazan con botes de madera.



Llegamos a nuestra cabaña con dos piñas que hemos comprado a unos campesinos. Tumbados en las hamacas disfrutamos de la tranquilidad del lugar. No queremos ni hablar de abandonar este lugar pero el viaje debe continuar. Así que mañana retomaremos nuestro camino hacia Vientiane.



1 comentario:

  1. Aventureros sin rumbo fijo, cuando descansareis
    en un sitio qietecitos y sin mover mucho
    vuestros pies del mismo sitio.
    Edelweiss.

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