4 de agosto de 2011

Ko Lanta (Tailandia) - Kota Bharu (Malasia)


Antes de abandonar Tailandia y de camino a Malasia, hacemos una visita exprés a la isla de Ko Lanta, al sur de Krabi. Dudamos mucho si ir o no y la decisión no fue la acertada.
La isla, como toda la costa Este, está afectada por los monzones, el tiempo no es bueno y la playa se encuentra en pésimas condiciones, llena de basura que arrastra el mar hasta la orilla.
Además inexplicablemente el alojamiento es caro, pese a ser temporada baja y encontrarse la isla prácticamente vacía. Por lo menos encontramos una habitación muy agradable en lo alto de una torreta con forma circular. 


Los propietarios del GH tienen una historia personal muy interesante. Son un matrimonio sueco de unos 38 años y lo han comprado hace cuatro días. Vinieron de vacaciones un mes antes y se enamoraron de la isla. Querían cambiar de vida, hartos de trabajar doce horas encerrados en una oficina y decidieron comprar el GH. Volvieron un més a Suecia a vender el negocio que tenían, la casa y el coche. Acaban de llegar, tienen dos hijos súper pequeños, de dos y cuatro años y se encuentran a doce mil kilómetros de su país iniciando una nueva vida. Sus amigos le han dicho que está loco y el reconoce que un poco sí lo está.
También conocemos a Nuria, una chica catalana y a un inglés que le pilló el tsunami del 2004 en esa misma playa. Tiene tatuada una gran ola en su espalda con la fecha en la que volvió a nacer. Se quedó una temporada ayudando después de la catástrofe y había vuelto varias veces después. Otro más hechizado por una isla a la que nosotros no le veíamos ningún interés. Y es que a cada uno le atrapa un lugar diferente.
Por lo menos nuestra visita nos acaba pareciendo interesante, aunque sea solo por ver como es una isla turística fuera de temporada, con los negocios cerrados y solo habitada por los residentes.

Eso sí pasamos algo de hambre pues de aquí hacia el sur la población es de mayoría musulmana y acaba de empezar el Ramadán, los pocos restaurantes abiertos fuera de temporada están cerrados todo el día durante este més.

El viaje de Ko Lanta a Trang, lo hacemos a dedo y cogiendo dos ferrys sin pagar, subidos a la parte trasera de una ranchera. 



En Trang cogemos un bus local a Hat Yai. La estación está a una buena pateada del centro. La ciudad es bastante grande y moderna. Nos vamos a un night market para hacer nuestra última cena en Tailandia. Por cierto, nos tomamos unas brochetas de sepia en témpora (rebozadas) a 5 baths la brocheta (10 céntimos de euro).  Después de 48 días en esta ,nuestra tercera visita a Tailandia, estamos tristes, entre otras cosas porque sabemos que los precios en Malasia e Indonesia no volverán a ser igual.

Al día siguiente cogemos otro bus local que nos deja en Kolok, donde está el border de Tailandia. La guía no recomienda cruzar por este puesto fronterizo pues es una zona de tensiones y atentados por parte de un grupo islamista que no se sabe muy bien que reclama. En el camino nos encontramos muchos controles con el ejercito bien armado y en todo el día no vemos a un solo occidental, pero en los puestos de inmigración hay absoluta normalidad y en cinco minutos entramos en Malasia con un visado gratuito para tres meses ¡ qué maravilla!, llevamos gastados más de cien euros entre los visados de Camboya, Vietnam, Laos y Tailandia, y un visado gratuito se agradece.


Nos han sobrado algunos baths, no muchos después de la compra del arsenal de lentillas en Krabi. Un taxista nos cambia lo suficiente para pagar el billete del bus que nos lleva a Kota Baru, ciudad pequeña pero interesante, con gran cultura musulmana.
Nos estamos dando cuenta que los países musulmanes nos gustan, nos atraen. De hecho teníamos ganas de salir de Tailandia, país bonito, sin duda, pero con poca gracia, identidad, cultura o religión al igual que sus vecinos Camboya, Vietnam y Laos. 





Las primeras sensaciones en Malasia son muy buenas. La gente es más amable y cercana, con más interés por conocerte y porque les conozcas, algo que en los tailandeses es totalmente inexistente.
Hay una mezcla de tradición y modernidad. Además el Ramadán hace estos días algo especial. Al atardecer un mercado de puestos de comida instalado solo durante este mes, se convierte en un hervidero de gente comprando y dirigiéndose a unas carpas cercanas, para unos minutos después, pasadas las siete, cuando el sol se pone, el muecín realiza el adhan en lengua árabe y todos rompen el ayuno que iniciaron de madrugada.

Nos invitan a participar de ese momento tan especial para ellos. Y como no, accedemos a sentarnos en el suelo con ellos y enseguida nos llegan platos con comida y bebida de todos los que nos rodean que quieren compartir lo suyo con nosotros. Y es que hay algo en esta gente que les hace diferente. Los países con una profunda religiosidad, sea la que sea, tienen gentes honradas y solidarias, valores en extinción en occidente.
Tan a gusto nos sentimos que decidimos prolongar nuestra estancia en la ciudad un día más.



1 comentario:

  1. (Hola tu), que contenta te veo con carita
    sonrriente,se nota que te gusta mucho el
    nuevo descubrimiento, todo es diferente
    que lo paseis muy bien Antonio y tu niña bonita.
    Te quiero, Mamá.

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