24 de diciembre de 2011

Senaru II- Sira beach


Senaru aun tenía encantos por mostrarnos, por lo que decidimos alargar algún día más nuestra estancia en este tranquilo lugar.
A tan sólo 20 minutos de Senaru se encuentra una preciosa cascada de fácil acceso. Rodeada de vegetación se abre paso este torrente de agua que nos deja boquiabiertos.



Caminando una hora más y siguiendo el curso del río se encuentra una segunda cascada más espectacular todavía. El camino cruza en varias ocasiones el río por lo que nos obliga a probar las frías aguas con nuestros pies, aunque sin duda la recompensa vale la pena.





 

 

Tras varios días en Senaru, decidimos continuar nuestra marcha hacia Sengigi, no sin antes parar por última vez en nuestro Warum preferido, donde una sonriente dueña nos ha dado de comer durante estos días. De nuevo comprobamos que cuando dos personas se quieren entender lo hacen sin problemas, a pesar de las diferencias de idioma, cultura y demás y contando desde luego con la amabilidad y hospitalidad de los indonesios, que tantas veces nos lo han demostrado.


De camino a Sengigi aun paramos en dos cascadas más y en una de ellas unos simpáticos estudiantes nos animan a bañarnos con ellos en la cascada.




En Indonesia nunca se sabe y en el momento menos pensado te invitan a una boda.
Vamos por la carretera principal y de repente una aglomeración nos hace detenernos en mitad de la carretera, lo primero que pensamos es que será una manifestación, pero no, es una boda.


Primero la novia, con su cara empolvada de blanco, su denso maquillaje y sus adornos florales dorados y plateados en el pelo, después la comitiva de todas las amigas y luego el novio con su sequito de amigos bailando y cantando divertidos y por último la banda poniendo un toque bien sonoro a la ceremonia.





La tarde se nos echa encima y empieza a atardecer por lo que decidimos buscar un alojamiento para pasar la noche, no sin antes disfrutar del bonito atardecer frente al mar. Enfrente las gili Island y a lo lejos la silueta del volcán Agung de 3.142m en Bali.


A la mañana siguiente decidimos acercarnos hasta la lujosa playa de Sira, dotada de un privilegiado campo de golf a orillas del mar. Pero Indonesia es Indonesia y cerca del lujoso hotel se encuentran las humildes casas de pescadores que han habitado en esta zona toda la vida. Este un uno de los campos de golf más curiosos que hemos visto, pues entre hoyo y hoyo, se encuentran las vacas pastando y disfrutando de la verde y fresca hierba del campo de golf, también unos locales ataviados con unos palos y no de golf intentan meter una de las pelotitas en un hoyo. Mientras nosotros paseamos por todo el campo de golf con nuestra moto por los caminos donde deberían circular los carritos. Es un campo de golf de lo más transitado, menos por los golfistas.






Llegamos a la playa de Sira y aquí encontramos a tres jóvenes que deben haberse fugado de clase o quizás nunca han ido y disfrutan de un día de playa, aunque su día de playa sea algo diferente al nuestro. Primero han estado pescando y han conseguido algunos pececillos para el almuerzo. Nada más salir del agua se ponen manos a la obra y encienden una pequeña hoguera para hacer a la brasa los peces, mientras otro se va a buscar por el campo una especie de tubérculo parecido a la patata que nace bajo tierra. Al poco tiempo viene con un puñado que calienta también en la hoguera. Nosotros miramos sorprendidos al ver la facilidad que tienen para autoabastecerse de lo que les da la naturaleza. Hablan poco inglés, pero no dudan en querer entablar con nosotros una conversación e invitarnos al gran banquete y nosotros nos unimos a ellos gustosamente. De repente uno de ellos nos comenta si queremos un coco, no decimos ni sí ni no, pero al momento sale disparado y comienza a subirse a la velocidad del rayo a una palmera, una vez arriba comienza a soltar cocos que cogen sus amigos y sin apenas darnos cuenta baja y comienza a abrir los cocos golpeándolos contra una piedra.
      
 
 




Los cocos están llenos de un agua dulce buena para beber. Nuestro amigo tiene 15 años y desde luego está más que preparado para ir a cualquier edición de supervivientes y ganar. Más tarde abre por la mitad los cocos y nos invita a que comamos su pulpa para lo que nos coge la concha de una almeja para sacar la carne del coco como con una cuchara.
Después de esta lección de supervivencia, montamos en nuestra moto y nos dirigimos hacia Sengigi.    

3 comentarios:

  1. Buena leccion de supervivencia,handando por el mundo se aprende de todo.

    Un abrazo de Amapola.

    ResponderEliminar
  2. Fabulosas experiencias ,que maravilla.

    ResponderEliminar
  3. Cuanto enriquece viajando y viendo como lo harían unos nativos mas del país,de esa forma los sitios te ofrecen conocer mejor y mas de cerca sus gentes y costumbres del día a día, me encanta vuestro comportamiento, un abrazo de Luz.

    ResponderEliminar