20 de enero de 2013

Islas Camotes


Quizás este sea un viaje especial por la forma de comenzarlo. El acto de iniciar un viaje cuando realmente no salimos de nuestro lugar de origen, sino que ya en cierta manera nos encontramos viajando (pues como algunos sabéis, llevamos cinco meses viviendo en China) es como hacer un viaje dentro del viaje.
Esta vez estaremos solo un mes y medio, 45 días, en Filipinas, un país que hasta ahora no hemos podido visitar, puesto que nunca hemos sabido como encajarlo en nuestro recurrido por el Sureste Asiático, más aún en nuestra cabezonería de no querer coger aviones para no perdernos nada de lo que queda debajo de sus alas y solo viajar por tierra o mar.
Ahora, desde China, lo tenemos más fácil, a cuatro horas de vuelo desde Shanghái, así que, por fin llega ese momento tan deseado de hacer la mochila, cerrar la puerta de “casa” y vivir una nueva aventura, abiertos a lo que el destino nos tenga preparado.
Esta vez la mochila ha sido más difícil de preparar pues salimos de Nanjing  con -5º C, a las 7 de la mañana y esto nos obliga a salir de Nanjing con más ropa de la que necesitaremos en todo el viaje, pues cuando lleguemos a  Cebu estaremos a 30º C. Optamos por ponernos toda la ropa que llevamos encima, así salgo de Nanjing con tres camisetas puestas, dos calcetines uno encima de otro y los calzones y el bañador debajo del pantalón largo, por lo que la mochila va vacía y a la vez nos viene genial pues no pagamos equipaje para facturar, Yeni hace lo mismo con su ropa.
A la llegada al aeropuerto de Cebu, en los aseos nos despojamos de toda la ropa, llenando la mochila y salimos a la calle en chanclas, bañador y camiseta.

Nuestro primer destino la  oficina de inmigración para ampliar el visado 39 días más, además de los 21 que te dan “on arrival”, por lo que tenemos dos meses de visado en Filipinas.



En el mismo día nos da tiempo a llegar a Danao y tomar un ferry a las Islas Camotes unas islas preciosas habitadas por locales y casi sin turismo, pues en toda la  isla seríamos menos de veinte extranjeros. 


Y nos pasó lo que nunca antes viajando, pues en el mismo barco ya nos encontramos con tres españoles más (dos afincados en Ibiza y uno originario de Cabo Verde) y en el alojamiento había dos hermanos más de Burgos. En total siete españoles que aprovechamos para reunirnos por las noches y hacernos unas suculentas cenas a base de pescado fresco comprado a los pescadores y preparado al grill y diferentes moluscos al vapor con unas salsas buenísimas. 




Además en los chiringuitos de la playa se come pescado  a la parrilla a 60 pesos (1,5 euros).

Pero la llegada a la isla tuvo un pequeño percance pues para ir del puerto a Santiago Beach, la playa donde nos hemos alojado, tomamos un jeepney (el medio de transporte público más común en Filipinas) y en la oscuridad de la noche se cruzó un perro y el conductor no pudo evitar atropellar al perro, aunque la verdad sea dicha, no le puso ni mucho ni poco empeño. Hay que decir que la isla está llena de perros sin amo, y dentro del jeepney alguno dijo, “bueno, alguien se lo comerá”.

A la mañana siguiente nos fuimos a bucear y llegamos nadando a una playa donde había una humilde cabaña de bambú donde vivía una familia de pescadores y al vernos nos ofrecieron sentarnos con ellos y comer lo que estaban comiendo, pequeñas tajadas de carne con huesecillos. No tardaron en decirnos que era carne de perro que habían encontrado en la carretera. El daño ya estaba hecho así que probamos suculento manjar, acompañado de tragos de ron pues los hombres de la familia no paraban de beber y ofrecerme. El perro estaba algo frio pero bueno.
Nos invitaron a volver a cenar esta vez pescado fresco pero la única forma de llegar allí con la marea alta era nadando y no era plan de volver de noche nadando hasta nuestra playa.

Al día siguiente alquilamos una moto para recorrer la isla y ver sus playas de arena blanca y también el interior de la isla con un paisaje maravilloso con varias sorpresas como un enorme lago y varias cuevas una de ellas con una piscina natural de agua cristalina perfecta para darse un baño en solitario.


 


La gente de esta isla es muy agradable y pasamos la mayor parte del tiempo haciendo lo que mas nos gusta: mezclarnos con los locales, convivir con ellos y aprender todo lo posible. Por la tarde dando un paseo hacia Unidos, el pueblo más cercano a Santiago Beach nos unimos a un numeroso grupo de escolares que inician su camino de vuelta a casa, nos enseñan palabras en Visaya, el idioma de esta zona de Filipinas, que curiosamente tiene muchas palabras en común con el castellano, como los números, días de la semana, meses, utensilios de cocina, y algunos adjetivos.


 
 





2 comentarios:

  1. ¿ Que tal la caldereta de carne ?.Menos mal que estaís con defensas
    suficientes para afrontar situaciones como esas y muchas mas.
    Animo viajeros incansables por el mundo, maravillosos , locos ,
    divertidos y ocurrentes trotamundos,os quiero a los dos.
    besitos Bel.

    ResponderEliminar
  2. Qué sitios más bonitos ,son unas experiencias fascinantes, besitos amigos aventureros..

    ResponderEliminar