3 de junio de 2011

Ban Na-Thabok-Ban Khoun Kham-Tham Kong Lo


Desde la India, hace más de un año, arrastramos una obsesión enfermiza por ver elefantes en estado salvaje. A 80 kilómetros de Vientiane hay un Parque Nacional fácilmente accesible desde una aldea llamada Ban Na. A solo 4 Km de la aldea hay una torre de avistamiento de elefantes donde soñamos con pernoctar y ver elefantes al amanecer.

El bus que hemos cogido en Vientane nos deja en mitad de la carretera, como a dos perrillos abandonados y tenemos que andar unos cuantos kilómetros por el interior de la selva hasta encontrar la aldea.
El paisaje es maravilloso y la aldea uno de esos lugares donde el tiempo se ha detenido. Pero una chica que usa el techado de paja de su casa como punto de información turística nos confirma la información que disponíamos: no nos podemos quedar a dormir en la torre, comer y dormir en el homestay que hay en la aldea es más caro que hacerlo en el Parador de Segovia y si queremos entrar mañana en el parque debemos hacerlo acompañados de dos guías con machete y escopeta en mano y pagar la entrada del Parque y una “tasa de contribución a la comunidad”. Si lo sumamos todo podemos comprarnos un elefante para nosotros y hacer el resto de Laos en elefante. Además la chica con una sinceridad de agradecer nos advierte que es casi imposible verlos. Tristemente decidimos dar media vuelta y volver a la carretera nº 13. Haciendo autostop un camión nos para y nos deja en un guesthouse de la vecina Thabok.



Al día siguiente volvemos a probar suerte con el autostop pero en seguida se para un bus que viene de Vientiane y negociamos con el conductor un precio al margen de los oficiales (quiere decir que el dinero vá directo de nuestro bolsillo al bolsillo del conductor). Negociar con esta gente es como jugar a “piedra, papel y tijera”, ellos no saben absolutamente nada de inglés. El conductor señala 5 (deditos de la mano), yo lanzo 2, él saca 4 y yo le marco 3. Todos conformes, le pagaremos 30.000. Para indicarle donde vamos es más fácil, saco el mapa y le marco con el dedo.
En Laos tenemos  una estrategia de lo más cutre pero que funciona (no deberíamos contarla): nos situamos a un kilometro de la estación de autobuses en dirección a donde deseamos ir. Cuando pasa un bus le paramos. Como ya nos hemos informado de los precios del trayecto en la estación, le soltamos la mitad de lo que cuesta el billete. El conductor acepta pues es dinerito para el bolsillo.

El bus nos vuelve a dejar en mitad de la carretera, esta vez bajo la lluvia y llegamos andando a Ban Khoun Kham donde esperamos a que una sawngthaew se llene hasta reventar para llevarnos a Tham Kong Lo.
La estrecha carretera discurre por un valle de inundados arrozales en paralelo a dos enormes cordilleras de montañas kársticas repletas de vegetación. Las cordilleras se van cerrando y las montañas se acercan cada vez más a la carretera hasta casi tocarse. Parece que nos dirijamos al fin del mundo y de hecho la carretera termina en Tham Kong Lo, una pequeña aldea dormida en el tiempo donde la calma y el silencio solo se rompe con las risas y las voces de los niños jugando.


Al final de la aldea se llega a un hermoso lago donde disfrutamos de un relajante baño para aliviar el calor.


A la mañana siguiente volvemos al lago. Este se encuentra a los pies de una impresionante mole de montaña de limestone. En la cabecera del lago hay una cueva por donde entra un rio y sale a los… siete kilómetros !!!
Cogemos un bote que durante más de una hora nos adentra por el interior de la cueva  hasta salir por el otro lado de la montaña.


Hemos visitado muchísimas cuevas, pues las montañas kársticas que hay por todo el sureste asiático favorecen las cavidades, pero nunca hemos visto nada parecido.
En el interior la oscuridad es total pero poco a poco nuestra vista se acostumbra a la poca luz que emana de nuestros frontales y descubrimos una cueva de dimensiones descomunales.
El tamaño en su interior es tan extraordinario que en mitad del rio hay un gran islote repleto de estalactitas y estalagmitas. Hay cavidades con una altura superior a los 100 metros. El rio llega a tener treinta metros de ancho con zonas de rápidos donde nos tenemos que bajar del bote, todo esto a oscuras.



Al salir de la cueva pasamos el resto de la mañana bañándonos en el lago y dando un paseo por la selva.
De vuelta al pueblo dedicamos la tarde a ir a la “pelu”, pues pido unas tijeras y le corto la melena a Antonio.
Al terminar muchos niños nos  animan a seguirles por el pueblo hasta llevarnos hasta el rio para jugar con ellos. Disfrutamos de un refrescante baño. Las mujeres van llegando para proceder al aseo diario, otras lavan la ropa, el rio vuelve a ser la vida del pueblo  y el centro de reunión de niños y adultos. Lo mejor es que nos sentimos unos de ellos pues esta gente es tan acogedora que lejos de extrañarse por nuestra presencia, nos invitan a participar.

 

Este lugar nos ha parecido un paraíso. Uno de esos lugares al que llegamos de cuando en cuando donde nos quedaríamos una larga temporada. Pero debemos seguir y al día siguiente con gran tristeza volvemos a la carretera.





2 comentarios:

  1. Eeeeehhhh.... lago, cueva, gente... errrrmmm... esperaaaa... que todavía estoy intentando pronunciar el títuloooo... suena a traca valenciana... ¿Sólo me pasa a mí o es algo normal?

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  2. Sonrisas infantiles, los niños siempre son niños en todas partes.

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