16 de septiembre de 2016

Camino Santiago: Santiago- Finisterre- Muxia- Laxe- Santiago

Se echa la tarde y en Santiago sigue apretando el calor, dudamos si pasar la noche aquí, pero finalmente decidimos seguir camino y tirar hacia Finisterre. A los pocos kilometros empiezo a encontrarme un poco mal, me duele el estómago y lo más sensato es buscar un lugar para descansar. Tenemos suerte y encontramos un pequeño pueblo, Lombao donde hay un albergue privado, necesito descansar. 
El camino a veces es duro. Cuando todo va bien y uno se encuentra con fuerzas parece que se va a comer el mundo y eres capaz de todo, de dormir en cualquier sitio, de no descansar y soportar todas las incomodidades del viaje, pero cuando el cuerpo no responde y uno se encuentra mal se necesita un lugar donde descansar a gusto. 

He pasado la noche bien, pero ahora es Antonio el que se encuentra mal, así que nos tomamos el día muy relajado. Llegamos al puente Maceira un increíble puente romano construido en un enclave precioso, un lugar para descansar y recuperarnos. 









Llegamos hasta el albergue de Vilaserio. Es un antiguo colegio rural, no guardado y un poco abandonado. No hay agua en las duchas, pero tiene camas y es suficiente.
Al día siguiente por fin los dos nos encontramos con fuerzas como para afrontar una nueva etapa con ganas y energía. El camino hasta Finisterre es precioso y durante todo el camino nos acompaña el mar, los bosques y un cielo azul que deslumbra.


Antes de iniciar esta aventura no imaginamos llegar a ningún sitio, en realidad ni nos lo habíamos planteado, y ahora estamos aquí en Finisterre, donde según dicen acaba la tierra. ¡¡Qué emoción!! 


Y como regalo un bañito en las frías pero cristalinas aguas de este mar infinito donde con solo mirar al horizonte te permite soñar con la inmensidad del mundo.






Pasamos por el albergue municipal de Finisterre y nos dan un certificado que acredita nuestra llegada hasta este maravilloso lugar. 
Nos dirigimos hacia el faro que marca el final de la tierra, ¡qué bonito lugar! Disfrutamos allí de la satisfacción y la felicidad que da llegar hasta Finisterre sin apenas imaginarlo. Nos sentimos llenos de energía y reconfortados, es como si este lugar nos hubiera cargado con energía positiva y seguimos pedaleando hasta Muxía.

  





Se nos hace de noche, son las 21.50 y no encontramos el albergue, ¿dónde está?… tenemos 5 minutos para encontrarlo o dormiremos en la calle. Hace viento y frío y amenaza lluvia, nos indican que el albergue está subiendo esa cuesta, vamos hacia allá y...bien, allí está el albergue, son las 21.59 y aunque ya han cerrado nos abren y nos alojan. 
En Muxía nos dan otro certificado en el que pone, aquí termina el camino de Santiago. 
Desde Muxía nos dirigimos hacia Laxe donde pretendemos descansar unos días en la casa que tienen los padres de Antonio.



La llegada a Laxe es emocionante, hemos estado varias veces pero nunca habíamos llegado con nuestras bicis pedaleando desde tan lejos. Es increíble, pero hemos llegado. Nos fundimos en un fuerte abrazo. Un descanso merecido nos espera.  
En Laxe todo sigue igual. Hacía unos siete años que no habíamos vuelto y el mar sigue tan azul y bravo, y sus aguas frías y cristalinas son sólo aptas para los valientes.

 

Los días pasan rápido, y nos dedicamos a descansar y disfrutar de este lugar privilegiado en el que el tiempo transcurre lento y sosegado y donde la brisa del mar se cuela por todos los rincones. 

 















Durante nuestra estancia hacemos algunas excursiones a las playas cercanas, unas en bici y otras andando. La playa de las vacas, Rebordelo, Soesto, Traba, Camelle, Ponteceso, entre otros lugares. 




 



Es tiempo de frutas silvestres y todas las zarzas están hasta arriba de moras, así que nos dedicamos a recoger varias bolsas para hacernos luego unos ricos batidos.
Dos semanas pasan volando y aunque no vemos el día de irnos es hora de partir de nuevo. 



El buen tiempo nos ha acompañado y algún día hasta nos hemos envalentonado y nos hemos bañado, pero justo ahora que estamos decididos a cambiar de aires dan lluvias, por lo que decidimos esperar a que pase la tormenta y salir con buen tiempo.




Dos días más son suficientes y tras 15 días maravillosos abandonamos Laxe en dirección Santiago.
De nuevo parecemos dos principiantes inexpertos que se ponen nerviosos con su primer día de viaje. La aventura comienza, abandonamos las comodidades para dejarnos caer otra vez en la incertidumbre de no saber dónde dormir, ni de adónde nos llevarán nuestras bicis o hasta donde aguantarán nuestras piernas.
Santiago nos aguarda por segunda vez. Por muchas veces que hayas estado siempre es especial llegar a la plaza del Obradoiro y contemplar la catedral y el continuo ir y venir de los peregrinos. Es principio de septiembre y aunque creíamos que ya bajaría el número de peregrinos, hay más gente que hace dos semanas. Un grupo de turistas observa nuestra llegada y como una vez más Antonio y yo nos abrazamos en mitad de la plaza, provocando un inevitable ¡ohhhhh! y aplausos de enhorabuena. 
Tras una vuelta por el casco histórico, nos dirigimos hacia el albergue para descansar, ha sido un día largo e intenso, y mañana iniciaremos el camino Sanabrés, para después unirlo a la Vía de la Plata, quizás hasta Sevilla... quien sabe. No oprimamos nuestros sueños y dejemos que vuelen libres. 

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