31 de agosto de 2016

Camino Santiago del Norte: Galicia

Partimos desde al albergue de San Xusto ya en Galicia. Hemos dormido largo y tendido en nuestra habitación privada, ayer nos debimos de acostar sobre las 9 de la noche y son ya más de las 8 de la mañana, Aileen también se acaba de despertar, qué bien hemos descansado! Desayunamos y nos ponemos en marcha. Las subidas no se hacen esperar y pronto comenzamos a subir por una carretera secundaria. El paisaje es bonito y los horreos se suceden por el camino.









Tras varios km de subida llegamos a la bonita localidad de Mondoñedo, con una imponente catedral y una plaza rodeada de blancas casas.






Finalmente llegamos al albergue municipal de Vilalba. En Galicia han construido nuevos albergues, muchos de diseño, aunque mal diseñados para los peregrinos, porque si no a quién se le ocurre poner las habitaciones en la tercera planta y los baños en la segunda, la gente llega que no se puede ni mover y ahora a subir escaleras, ah eso sí, en la planta baja hay habitaciones para minusválidos, qué considerados, aunque ahora que lo pienso no he visto a ninguno haciendo el camino...o mejor dicho todos cuando llegamos al albergue lo parecemos... La mayoría de estos albergues cuestan 6 euros, ah y todos están inaugurados por Fraga, que buen trabajo el suyo...  Es la primera vez que nos separan por habitaciones, hombres por un lado, mujeres por otro, qué conservadores son estos gallegos.
Un nuevo día empieza y poco nos queda ya para llegar a Santiago, qué emoción. Nuestro destino de hoy es el Monasterio de Sobrado dos monxes, custodiado por monjes cistercienses. La etapa de hoy es tranquila y llana, así que nos lo tomamos con calma y disfrutamos de la ruta y el paisaje. A pocos km del monasterio hay un precioso lago en el que nos relajamos un rato.



Pedalada tras pedalada llegamos a Sobrado dos Monxes, es un lujo poder dormir en un lugar con tanta historia, cada una de sus piedras debe esconder secretos inconfesables de tiempo atrás. 





Si las piedras hablasen... Dos torres campanario culminan el edificio, que en el centro alberga un claustro. Un monje cisterciense nos recibe y nos toma los datos, parece no tener prisa y se toma con calma el pasar y apuntar todos los datos en el ordenador, algunos peregrinos esperan impacientes y pierden la paciencia ante la situación. El monje nos aloja y nos informa que a las 8.30 de la tarde podemos acudir a la misa si nos apetece.
Nos duchamos, cenamos y todavía nos sobra un poquito de tiempo para visitar el monasterio. Entramos en el claustro y desde allí se accede a varias salas, una de ellas la iglesia. El sol comienza a ocultar sus últimos rayos, la luz penetra entre las ventanas del templo de una forma mágica, casi misteriosa dotando al lugar de una atmósfera especial. Entramos en otra estancia, abrimos una pesada puerta y tras ella una pequeña pero acogedora sala se deja entrever con la única luz de unas velas. Unas 10 personas esperan el inicio de la misa. Es un lugar especial, agradable y diferente, nos sentamos y aguardamos unos minutos. De repente unos siete monjes aparecen casi en la oscuridad de la sala, llevan una túnica negra y blanca larga y muy ancha y algunos ocultan su cabeza bajo una capucha tipo túnica de los franciscanos. La escena no puede ser más enigmática. La misa comienza con unos cánticos gregorianos, nadie habla, sólo se oye el sonido envolvente de las voces al unísono. Todo queda en silencio y se da paso a una meditación o reflexión interior, un monje abre un pequeño cobre y saca el cuerpo de Cristo, lo eleva y lo pone en el cáliz de plata, enciende incienso y en silencio se retira. Nadie habla, no hay un sermón, no se oye ni una mosca, todo queda envuelto en un silencio sepulcral. Cierro los ojos y me siento realmente en paz en aquel lugar. Tras 10 o 15 minutos el silencio se rompe de nuevo con los cánticos, y de nuevo un monje guarda el cáliz en un baúl. Estamos algo impresionados, nunca hemos visto una misa tan íntima y tan cargada de emociones sin decir nada. Con la misma sobriedad y sencillez que empezó, los monjes se retiran sigilosamente, casi flotando con sus túnicas. Salimos de la pequeña sala, en silencio y nos vamos a dormir.
A la mañana siguiente, se plantea otro día tranquilo, podríamos llegar a Santiago, pero no tenemos prisa, parece como si estuviéramos impidiendo que el viaje se acabe. Preferimos llegar a Santiago por la mañana, para poder llegar a la misa de las 12 que es la del peregrino, y quién sabe, tal vez hasta podamos ver el botafumeiro. Así que decidimos dormir en El Monte do Gozo a tan sólo 6 km de Santiago.
Disfrutamos de nuestros últimos km antes de llegar a Santiago. El camino se anima y nos cruzamos con muchísimos peregrinos que igual que nosotros están a punto de llegar a su destino. Las miradas de emoción y satisfacción se cruzan entre los peregrinos, a veces también gestos de dolor y esfuerzo, pero todos llevan esa expresión de ilusión por llegar.
El albergue municipal de Monte do Gozo es enorme, una especie de barracones nuevos que están muy bien, además de contar con una amplia cocina totalmente equipada.
En el albergue nos alojan en una habitación de 5 que compartimos con una encantadora familia que han hecho el camino también en bici desde León con su hijo de 8 años.
Una hora más tarde, un nuevo peregrino llega también en bici, es una chica rubia, jaja, es Aileen, la habíamos perdido en los últimos dos días pero aquí está de nuevo, dispuesta a llegar a Santiago, así que mañana llegaremos juntos a la plaza del Obradoiro.
Hemos dormido fenomenal, y tras desayunar y recoger todo, nos lanzamos a cubrir los últimos km hasta Santiago.



Una bajada prolongada deja entrever la ciudad. Quedan pocos km y los peregrinos que van a pie muestran su cansancio en su rostro y el dolor en sus pies, pero es momento de alegría y mientras entramos en la ciudad tocamos el timbre para saludarlos y animarlos. Nosotros también estamos muy contentos después de tantos km no podemos creer que estemos a punto de llegar. Santiago siempre es un destino que emociona. Hemos dejado atrás muchas experiencias, muchas sensaciones, paisajes y personas que con sus palabras llenaron nuestro camino. Estamos a punto de llegar a la plaza y se escucha la melodía de una gaita, ahora sí, estamos en la plaza del Obradoiro.





Nos abrazamos y nos fundimos los tres en un fuerte abrazo de emoción contenida, estamos aquí, ante la imponente catedral de Santiago que ha sido testigo del paso de millones de peregrinos.
Son las 10.30 de la mañana, una hora perfecta, nos dirigimos hacia el edificio de acogida de los peregrinos para recoger nuestras compostelas, y nos toman los datos, lugar de salida del camino, Irun, lugar de procedencia, peregrinos de Alicante.
Dejamos nuestras bicis en el guarda bicis del edificio y por 3 € nos las guardan todo el día para ir libremente a recorrer la ciudad.
Se acercan las 12 y nos dirigimos hacia la catedral para ver la misa y tal vez con un poco de suerte ver el botafumeiro.
La catedral está abarrotada como siempre, y después del saludo inicial del cura, este comienza a nombrar a todos los peregrinos que han llegado hoy, gente de todos los países y lugares y de repente dice:" para los peregrinos que empezaron en Irún de Alicante", somos nosotros!! Qué ilusión!! Comienza la misa y el sacerdote comenta que hoy habrá  botafumeiro, pagado por los peregrinos de Italia, bien!! Lo veremos, eso sí, tendremos que esperar toda la misa, casi una hora para verlo. Por fin empieza el espectáculo, el botafumeiro se mueve atravesando toda la sale, parece que va a salir disparado en cualquier momento, pero no, todo está bien controlado, pero desde luego es impresionante verlo.



Acaba la ceremonia, y con ella el espectáculo del botafumeiro, la gente se agolpa para salir de la catedral, y poco a poco vamos saliendo.
Hemos quedado con los padres de Antonio en la plaza para vernos y aprovechar del día juntos, ya que ellos están aún en Laxe,  disfrutando del buen tiempo que ha hecho este verano en Galicia.


Sus padres se alegran de vernos y ver que estamos bien, a pesar de llevar casi un mes fuera no tenemos tan mal aspecto, jaja.
Nos vamos juntos a comer a un restaurante y a disfrutar de la delicias de Galicia, pulpo a feria, calamares, jamón, queso, almejas...y para rematar un helado, mmmm qué rico. He comido demasiado y hace muchísimo calor, no es normal para estas fechas. Nos despedimos de los padres de Antonio y no sabemos si dormir en Santiago o seguir hasta Finisterre. Finalmente decidimos tirar y seguir camino, el viaje tiene que continuar.

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