20 de marzo de 2017

Comunidad Valenciana

Antes de iniciar un viaje te asaltan las dudas sobre si estarás totalmente preparado para empezar la nueva aventura. Ideas que sobrevuelan la mente del viajero en múltiples ocasiones, y más está vez que partimos desde casa con la bici, sin un rumbo claro y con pocos conocimientos sobre cicloturismo, pero no puedes esperar a saberlo todo para salir, si no nunca saldríamos.
Comienza la aventura Alicante destino al noreste.

Salir de casa siempre es más fácil y nuestra primera etapa nos lleva por la vía verde del Maigmó, atravesando los antiguos túneles que nos transportan a otra época.




La subida es suave pero constante. Tenemos nuestras primeras sensaciones sobre la bici después de cuatro meses de parón.
Se acerca la hora de buscar un lugar para pasar la noche y bajo las faldas del Maigmó buscamos cobijo cerca de las primeras rampas del mítico puerto de Xorret del Catí. Comienzan a esconderse los últimos rayos de sol y el cálido día deja paso a una fría tarde. Una señora pasea aprovechando el atardecer. Nos paramos a hablar con ella y la primera sorpresa del viaje no se hace esperar. Está pasando el día del padre con toda su familia en una casa de campo cercana a donde nos encontramos. Antonio le propone si podemos acampar en su terreno y la mujer nos invita a que la acompañemos hasta la casa. Al llegar unas catorce personas presiden la mesa cargada de dulces. Nos invitan a sentarnos y se interesan por nuestro viaje, rápidamente nos ofrecen probar sus rosquillas y tartas caseras y nos sirven una deliciosa paella a leña que les ha sobrado de la comida.



Tanta hospitalidad nos abruma, es una familia encantadora con unos valores e ideales muy parecidos a los nuestros. Tras un rato de charla la familia empieza a recoger, ya que viven en Alicante y sólo han venido a pasar el día. No sabemos si nos dejaran finalmente poner la tienda o no, pero hemos compartido un rato muy agradable con ellos. Finalmente nos dicen que han pensado que nos van a dejar las llaves de la casa y que mejor que durmamos dentro que hay camas y hace menos frío y que al día siguiente cerremos todo y dejemos las llaves en un lugar que nos indican. Estamos sorprendidos, qué generosidad y qué hospitalidad. Enormemente agradecidos nos acomodamos en la casa y descansamos como nunca habíamos imaginado. Gracias a esta maravillosa familia nos hace saber que todavía hay mucha gente buena en el mundo dispuesta a ayudar.



Nuestro segundo día transcurre tranquilo, atravesamos Castalla, y nos dirigimos hacia Alcoy, donde esperamos podernos reunirnos con Enrique, un buen amigo y fiel seguidor de nuestras peripecias. Quedamos en su lugar de trabajo, en la Cruz roja y pasamos un rato muy agradable recordando batallitas y avatares.



Prácticamente no hemos tocado aún carretera, qué maravilla, entre vías verdes y carril bici llegamos casi hasta casa de otro amigo, Jaume que nos ha ofrecido su casa para pasar la noche y compartir como siempre una muy agradable velada hablando de India y escuchando la melódica música que toca y compone.



Pero antes de llegar a su casa un pequeño inconveniente aparece, pretendemos cruzar por una pequeña carretera al otro lado del embalse de Beniarrès, pero la carretera ha quedado cortada por el paso del río que fluye por encima.



Las lluvias torrenciales de los últimos día han dejado muchos derrumbes en caminos. Veo a Antonio que cruza decidido el caudal de agua que corre por la carretera, su bici parece haberse transformado en un barco que despide agua hacia los lados.



Yo, más cauta me paro y no me atrevo a cruzar pero ahora estamos cada uno a un lado del río. Antonio se quita las zapatillas y atraviesa de vuelta caminando el agua.



Coge mi bici y la cruza sin más. Yo me descalzo y cruzo pero sin la bici. Tras esta peripecia nos tumbamos sobre el asfalto y metemos los pies en el agua fresca.

En nuestro tercer día, tomamos la vía verde del río Serpis, que rebosa agua como nunca.



El camino es precioso casi propio de los Pirineos, el río transcurre encañonado por un valle muy cerrado.





Disfrutamos del paisaje y del agua que es vida. El día es soleado y los colores lucen con intensidad, nos sentimos felices de pedalear por este paraje sintiendo la libertad que da el viajar sin tiempo.



Poco a poco se abre el valle y deja pasó a un paisaje más amplio en el que se divisan los campos de naranjos de Gandía. Nos sentimos afortunados pues hemos solicitado por primera vez en esre viaje quedarnos en casa de una pareja de Gandía a través de couchsurfing y su respuesta ha sido afirmativa. Tras un intenso día vamos a casa de la pareja que nos va a hospedar, Lorena y Elvis unos chicos muy agradables, ademas son unos artesanos emprendedores muy creativos. Venden su artesanía por todo el mundo a través de Internet. Sus dos perros también nos reciben de lo más cariñoso y no nos dejan ni a sol ni a sombra. Pasamos una agradable tarde con esta encantadora pareja y una amiga suya, una muy agradable tarde charlando de sus proyectos y nuestras anécdotas viajeras.
 


Nos espera una etapa larga, casi 100 km, afortunadamente es en llano y apenas hay desnivel.





En Valencia, exactamente en Puçol, queremos visitar a un amigo y terminar allí nuestro día de pedaleo para compartir un ratito con Edu.
Hasta Valencia el paisaje es homogéneo pero atractivo, campos de naranjos pintan el paisaje con gotas naranjas. Toni no desaprovecha ocasión y siempre se ve tentado con probar las sabrosas frutas. Como una espina dorsal llevamos siempre a la izquierda las montañas que limitan los campos de cultivo con una realidad más abrupta.
Pasamos por la Albufera de Valencia y por playas salvajes donde las dunas naturales retienen la arena. Estamos en zona Valenciana y entre los naranjos y los arrozales alguna barraca se oculta olvidada en el tiempo.





Después de una larga ruta llegamos a nuestro destino. Una buena ducha y a descansar. Edu nos prepara un rico zumo de limón y una cena con productos 100% naturales. Tras una agradable velada degustando un riquísimo té y compartiendo sensaciones y vivencias, tomamos la cama como una bendición.


Desde Puçol a Benicasim, el recorrido se hace algo monótono. Pasamos por el puerto de Sagunto y Castellón donde coincide que están celebrando las fiestas de la Magdalena. También pasamos por Marina d'Or o la casa de los horrores. Una ciudad de vacaciones creada con mal gusto donde abundan las figuras de cartón piedra grotescas y burdas con poco estilo, y donde la especulación turística ha crecido de forma descontrolada orientado a una playa de piedras bastante fea. 
Antes de llegar a Peñíscola pasamos por el Parque Natural de la Sierra de Irta donde hay un camping y pensamos dormir. A nuestra llegada al camping me atiende el dueño, un personaje rancio y antipático que nos quiere cobrar por el camping 22€, tran pedirle un descuento, de muy malas maneras accede a bajarme un euro después de recriminar mi actitud de pedirle un descuento. El tipejo me resulta tan desagradable que decidimos no quedarnos y continuar hasta Peñíscola donde paradógicamente encontramos un camping por 11€ donde nos atienden muy bien.



Partimos de Peñiscola, la ciudad del Papa Luna. El castillo se observa en lo alto, rodeado por la muralla que protege al casco histórico. Poco a poco la imagen se disipa y queda atrás como un recuerdo y deja paso a la larga playa que recorre la costa.



Nuestros días transcurren pegados al mar, por la costa, disfrutando del sol,  y el buen tiempo. Pasamos una noche en Roquetes y de allí hacia el interior a Tortosa.


2 comentarios:

  1. Emocionante aventura ,como una caja de sorpresas nos vais transmitiendo todas vuestras vivencias.

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  2. Fabulosos !!!.Blesa.

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