1 de mayo de 2017

Italia

Italia nos recibió con lluvia y frío, vaya no era lo que esperábamos.



Nuestra estancia en Francia ha sido maravillosa, difícil de superar. Un tiempo perfecto, un país precioso, gente educada y muy hospitalaria y como guinda del pastel unos lugares con un gusto exquisito que nos ha cautivado.

Al llegar a Italia el contraste es evidente, un país más desorganizado y más natural. Al principio me parece que la gente grita mucho y que todo es más caótico que en la idílica Francia, pero quizás era una conclusión que estábamos sacando demasiado pronto.

En la preciosa Liguria rápido cambiamos nuestra sensación. Pueblos enclavados entre el mar y la montaña que aparecen y desaparecen ocultándose entre las altas laderas. Un paisaje de ensueño, casas de colores que se funden con el verde de sus campos y el azul turquesa de sus aguas. Pueblo tras pueblo no nos cansamos de entrar a todos ellos para recorrer y descubrir los encantos de sus calles.









Italia huele a pizza, cuando entras en un pueblo por todos los rincones respiras el aroma a masa horneada. Nosotros no podemos resistirnos igual que a algún cremoso helado pues en cada rincon hay una gelatería. Tengo la sensación de que unos de los mayores placeres de los italianos, y motivo por el que a los extranjeros les gusta tanto este pais es que disfrutan de la comida a lo grande, al igual que de la vida. Las terrazas y las calles están llenas de gente. No paro de recordar el libro de come, reza, ama, porque desde que hemos entrado en Italia no paramos de comer y comer.

Liguria nos maravilla con lugares como Portofino, Génova o  Cinque Terre. Por contra, rodar por aquí es realmente muy duro aunque la ruta transcurre pegada a la costa es muy exigente, casi parece una zona de alta montaña. Carreteras con mucho desnivel que serpentean  y ascienden y descienden desde la playa a la montaña una y otra vez. En Liguria ha sido realmente difícil encontrar lugares para hacer acampada libre, por lo escarpado del terreno, por lo que nos vemos obligados a ir de camping en camping.

Abandonamos Liguria para entrar en la famosa Toscana. Colinas ondulantes de un verde intenso se divisan en todas las direcciones. Algún caserío de piedra culmina la estampa y los campos de viñedos me hacen recordar a la película de Bajo el sol de la Toscana. Todo en esta zona está cuidado con detalle. Los pueblos bien conservados de piedra coronan todas las colinas y sobre la cima la iglesia o el castillo pone de manifiesto quién gobernaba estas tierras antaño.

En la Toscana acampar nos resulta muy fácil, también nos acompaña la suerte con Couchsurfing. Esta región es una verdadera joya y no nos queremos perder ninguna de sus maravillas. La primera en visitar es Pisa. Yo ya la había visitado hace unos 15 años, pero esta vez era diferente porque llegábamos en bici desde Alicante, toda una satisfacción.






Vemos la torre a lo lejos, pero aparece y desaparece ante nuestros ojos casi como un espejismo. Nos acercamos y atravesamos las murallas donde se encuentra la ciudad antigua, no vemos nada, giramos una callejuela estrecha y casi como una visión aparece delante de nosotros imponente. El mármol blanco reluciente, la hace si cabe más bella y el baptisterio, qué preciosidad.

En Pisa un chico nos ha alojado en su casa y nos lleva a hacer un tour acelerado por la ciudad mostrandonos los secretos históricos y como no, también gastronómicos tomandonos un helado en la gelateria mas famosa de Pisa y a comer cecina, una especie de tortita de harina y trigo.








Atrás queda Pisa y nos dirigimos hacia Florencia. Qué decir de esta ciudad, patrimonio de la humanidad por la Unesco desde el año 82, las palabras sobran, los monumentos hablan por sí solos.












Ciudad de mercaderes antaño, la vida fluía alrededor del puente Vecchio, hoy repleto de turistas y lujosas joyerías. Al llegar a la plaza del Duomo uno se siente pequeño y sobrecogido por tanta belleza esculpida con tanto detalle. En Florencia también tenemos mucha suerte y una chica nos aloja en su casa y disfrutamos de dos días en esta maravillosa ciudad.



 

Desde Florencia iniciamos una nueva etapa en nuestro viaje y casi por casualidad volvemos a empezar una ruta de peregrinación hasta Roma, parecida a la del camino de Santiago, preparada con albergues, señalizada y con un ambiente y el espíritu de hospitalidad que ofrece el camino.



Atravesamos la preciosa Toscana, no siempre fácil para ir en bici por su terreno sinuoso de continúas subidas y bajadas. Pequeñas colinas redondeadas de un verde espléndido que agotan al más fuerte.












Hasta Roma seguimos la vía Francigena que nos conduce hasta el mismísimo Vaticano en bici.



Nuestra llegada a Roma es triunfal nos sentimos como los grandes emperadores a los pies del Coliseo y de una ciudad que emana historia por los cuatro costados. Cierro los ojos y puedo imaginar la grandiosidad de esta urbe en sus tiempos gloriosos.





Una etapa se cierra en Roma, un primer objetivo cumplido en nuestro viaje. A partir de ahora se abre otra etapa, en este caso nos llevará hasta Assisi y posteriormente Venecia.
De peregrinación en peregrinación, de Roma a Asís o Assisi como la llaman los italianos. Siguiendo las huellas de San Francisco, pedaleamos hasta este impresionante pueblo. Aferrado en lo alto de una colina su belleza embelesa al más distraído.



Sus calles, sus casas de piedra, su basílica y su monasterio dejan con la boca abierta a todo viajero que por sus tierras aterriza.
Un sentimiento de calma y paz me invade en este lugar, entro en la Basílica de San Francisco y el silencio me sobrecoge, algo especial flota en el ambiente, desde luego es un lugar especial.



Para llegar a Venecia, tenemos que atravesar los Apeninos, una cordillera que separa de norte a sur la costa mediterranea de la adriática. El paisaje se hace cada vez más abrupto y montañoso. Las suaves colinas se van transformando poco a poco en montañas que tendremos que subir. Un entorno cada vez más alpino nos muestra su belleza. Largos valles verdes se divisan encajados entre las montañas. Pueblos sacados de una postal engalanan sus calles con bicicletas y flores de color rosa, tras recibir hace tan sólo una semana la edición número 100 del giro de Italia.



Comienza el puerto, se acaban las contemplaciones, es hora de darlo todo. Vamos avanzando metro a metro por una larga cuesta sin tregua. Por fin lo coronamos, las vistas son preciosas.



Ahora nos queda por delante una vertiginosa bajada.






La noche se va echando encima y no encontramos un sitio adecuado para dormir. Cogemos un camino que se adentra hacia el bosque, parece llevar a un lugar bueno para dormir, pero justo el camino termina y...vaya, hay una casa. Son las nueve quedan poca luz, así que hay que decidir rápido. Los propietarios están en la puerta, viven en una bonita casa de campo con un buen terreno para acampar. Pregunto, da algo de apuro, pero las primeras estrellas empiezan a hacer acto de presencia, recordándonos que la noche está a punto de llegar, así que, allá voy, y les pregunto si podemos acampar en su terreno. Al principio parecen sorprendidos y algo desconfiados, pero tras hablar un rato con ellos y explicarles nuestro viaje, se muestran encantados y relajados. Hasta nos ofrecen darnos una ducha en su casa.



Hasta Venecia el paisaje se vuelve más suave y monótono, pero la joya de la corona está a punto de llegar. Los canales van abriendo paso una ciudad que maravilla a cualquiera que la visita. Venecia es agua, es historia, son sus palacios que vagan a la deriva entre el recuerdo y los turistas que los contemplan sorprendidos después del paso del tiempo. La plaza de San Marco es la culminación de la belleza y la exquisitez de una ciudad elegante y bella como Venecia. Llegar en bici hasta aquí es una satisfacción y un verdadero placer, un regalo en nuestro camino.


















Atrás queda Venecia con el reflejo de sus canales grabado en nuestras pupilas. Una nueva etapa se abre en nuestro camino y como lo bonito es dejarse llevar igual que una hoja por el agua, nuestro viaje cambia una y otra vez tomando nuevos rumbos. En el camping de Venecia unos cicloturistas nos dicen que están haciendo una ruta de Venecia a Munich, y que es realmente bonita, atravesando el Tirol italiano, Austria y Baviera, para terminar en Munich. Suena bien, así que, aunque nuestra idea era cruzar a Alemania por Suiza, creemos que hacerlo por el Tirol austriaco es también una muy buena opción.




Los famosos Dolomitas, nos esperan, con sus agujas puntiagudas y afiladas como cuchillos. El camino abandona la llanura para adentrarse en la belleza de las montañas. No hacemos más que mirar los Dolomitas y pensar por dónde los atravesaremos, ya que parecen infranqueables. Llegamos al pueblo italiano de Cortina, patrimonio por la Unesco.














El paisaje es simplemente espectacular, sublime, precioso. Las montañas muestran su grandeza de una forma descomunal y sobre algunas cimas todavía quedan las últimas nieves. Los valles de un verde deslumbrante hacen contraste con el cielo azul. Parece una imagen de postal. Poco a poco vamos atravesando estas mágicas y enigmáticas montañas, disfrutando de una subida progresiva sin fuertes desniveles.

Llegamos al final del puerto, los Dolomitas finalmente nos han abierto pasó para que los podamos atravesar, y nos han mostrado toda su belleza salvaje. La nieve acumulada durante el invierno comienza a derretirse y brota por todas partes en forma de agua y dota de vida a los lagos alpinos, que le dan al lugar más belleza si cabe.































En esta parte del Tirol italiano hablan alemán y en ciertos momentos tenemos dudas sobre si hemos cruzado ya o no la frontera con Austria.
Atrás van quedando los Dolomitas y los Alpes, y una Italia que nos ha fascinado desde principio a fin. Han sido 43 dias en este fascinante país que nos ha enamorado y se ha colado entre uno de nuestro preferidos. Volveremos seguro. Arrivererci Italia !!!





1 comentario:

  1. Es maravilloso como cada dia nos sorprenden vuestras valientes y arriesgadas aventuras. Un abrazo cordial.Amapola.

    ResponderEliminar