12 de septiembre de 2019

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Del 19 al 24 de septiembre de 2019: Macas, Alausi, Cuenca y Loja.


Macas es otra entrada a la selva amazónica, pero para ser sinceros no ha sido nada fácil recorrer la zona por falta de información y aunque sabemos que esta región también es muy interesante nos damos por satisfechos por haber conocido la zona de Puyo y en Macas decidimos relajarnos un poco y visitar el P.N Sangay, algo que no parece demasiado fácil, ya que hay que pedir un permiso para ingresar en el parque y nadie sabe cómo podemos conseguirlo. Después de recorrer todo el pueblo varias veces, por fin encontramos algo de ayuda en el ministerio de medio ambiente de la provincia que consigue llamar al guarda forestal para que nos de permiso para entrar mañana.
LLegar tampoco es una tarea sencilla, para llegar hay un autobús que nos deja a unos 10 km de la entrada del parque el problema es que para volver a Macas no hay bus, así que tendremos que tirar del ingenio para volver. A nuestra llegada nos espera el guarda y como es época de lluvias no hay visitantes y se ofrece a guiarnos por el parque y nos lleva hacia el río explicándonos la flora y fauna de la zona.
Al llegar al río este se junta con otro afluente que viene desde el volcán Sangay y sus aguas bajan de color gris por las cenizas del volcán, que sigue activo y se ve claramente como las aguas de ambos ríos se mezclan. 












Del 16 al 18 de septiembre de 2019: Canelos y río Bobonaza.  

Cuando vives una experiencia tan intensa y tan emocional, es cierto que cuesta unos días desconectar y volver al viaje, porque miles de recuerdos te unen y te unirán para siempre con las personas que has conocido, los paisajes que has visto y las situaciones que has vivido, pero todavía queda mucho viaje y todas esas incertidumbres nos esperan para volvernos a sorprender y hacernos entender por qué viajar es tan maravilloso.
Descansamos un día en Puyo, que ya casi la hemos hecho nuestra, y preparamos la próxima aventura. 

Esta vez nos dirigimos hacia el sector de Canelos y el río Bobonaza. Desde el mercado se toma un bus que nos acerca a la zona. Como siempre no sabemos muy bien qué nos vamos a encontrar, en esta zona es muy difícil encontrar información sobre qué hacer o cómo llegar, por eso decidimos coger el bus y parar en Canelos e investigar.
Para el bus y bajamos, ante la duda de saber si hay o no un lugar para alojarnos hemos decidido llevar la tienda de campaña que compramos para no dormir al raso si no hubiera ningún alojamiento. 
Es una zona muy metida en la selva y aunque hay pequeñas comunidades que ofrecen turismo comunitario y alojamiento de forma teórica, lo cierto es que ninguna está preparada para alojar a turistas, así que finalmente hablamos con una comunidad para que nos permita poner nuestra tienda dentro de la cabaña que tienen destinada a pequeña tienda y almacén de la artesanía de cerámica que realizan, pagándoles algo a cambio. El entorno es bonito y está al lado del río algo que agradecemos porque hace bastante calor y en esta parte del río es fácil acceder para bañarse.





Caminando se pueden hacer muchas excursiones a zonas cercanas y a otras comunidades, en su mayoría kitchua, los niños como siempre dan alegría y no tardamos mucho en tener compañía, un niño y una niña se unen a nosotros y pasan el resto del día riendo y jugando con nosotros. 

Finalmente pasamos tres días en este maravilloso lugar simplemente paseando en plena naturaleza y hablando con la gente, disfrutando de su compañía.

Regresamos a Puyo y está vez será ya la última, porque mañana partimos hacia Macas y nos despedimos de una de las zonas más interesantes de la amazonia ecuatoriana. Imborrables recuerdos que siempre nos acompañaran.










Del 9 al 15 de septiembre de 2019: Puyo, Arajuno, Pitacocha, río Curaray y Comunidad Daipade.

Nos hemos familiarizado con el pueblo de Puyo y aunque nos ha costado mucho poder hacer cosas interesantes por nuestra cuenta, seguimos empeñados en intentar lo imposible. Esta vez pretendemos adentrarnos en la selva por el río Curaray, sin recurrir a un tour organizado.

Decidimos ir a una agencia para recabar información que nos pueda ser de utilidad, aunque tenemos pocas esperanzas de recibir alguna que nos ayude en nuestro objetivo.
Salimos con desilusión y de nuevo con la sensación de que sólo los dolares dan un acceso directo a la selva, pero nuestra filosofía no ha cambiado y no pagaremos para ir en un tour. Preferimos ver poco y autentico que un sucedaneo comercial.

De camino de vuelta al hostel con la cabeza baja, casualmente nos cruzamos con un hombre con profundos rasgos indígenas. Nos quedamos mirándole y nos devuelve una sonrisa. Le saludamos, habla bastante mal español. Le preguntamos de que nacionalidad es. Nos dice que es waorani. Está haciendo unas compras en el pueblo y en dos días vuelve a su comunidad, que se encuentra a dos días en canoa por el río Curaray.

Se nos abren los ojos como platos. Le explicamos nuestras ganas de visitar alguna comunidad del interior de la selva y la dificultad de hacerlo solos. Sin dudarlo nos ofrece ir con él y su familia a su aldea y pasar en su casa unos días. Nuestras caras se iluminan al ver la posibilidad que se nos abre de visitar una comunidad y vivir una experiencia única.

Estamos emocionados, pero también nos asaltan las dudas. Sabemos que es una aventura que podría salir bien o mal, y no se trata de hacer una excursión, sino de adentrarnos en la selva aislados a varios días de Puyo, no pudiendo salir de allí por nuestros propios medios.

Varios aspectos nos preocupan. Principalmente cómo salir de allí una vez que estemos dentro. A la aldea sólo se accede por el río Curaray en canoa. Hay un aeródromo de tierra en mitad de la selva a 4-5 horas en canoa desde la comunidad. Lo usan para dar servicio a los trabajadores de un pozo de petroleo, si así es: hay pozos de petroleo en mitad de la amazonia. De vez en cuando también se usa para llevar turistas adinerados.

Otro tema que nos inquieta es saber dónde vamos a dormir los días de travesía antes de llegar a la comunidad. En principio dormiríamos al raso, en las playas que forma el río en sus orillas, pero está empezando la época de lluvias, los diluvios son habituales y las playas aparecen y desaparecen en cuestión de minutos. Podría llegar a ser peligroso dormir tan cerca del río. Tagaca nos aconseja comprar unos plásticos para usarlos como toldo si llueve por la noche. A ellos no les importa mojarse.

Tagaca tiene canoa pero el motor para la canoa lo está reparando su hermano en Puyo, y lo traerá el día de salida.
Hacemos una lista de todas nuestras dudas y se las exponemos a nuestro amigo waorani.
Él nos dice que no nos preocupemos por nada, que tan solo debemos comprar algo de comida básica y colaborar con la gasolina para el motor de la canoa.

La información nos la proporciona a cuentagotas. Ahora nos comenta que un grupo de chinos va a visitar la comunidad en diez días y que llegarán en avioneta y que nosotros podríamos salir en la misma avioneta que los trae sin pagar, porque los chinos tienen que pagar la ida y la vuelta (1.500$).

Es un plan increíble. Si queríamos aventura aquí la tenemos, servida en bandeja, al alcance de nuestras manos. Pero también debemos ser prudentes y no dejarnos llevar por la emoción. En estos momentos recordamos aquella frase de un gran viajero que conocimos en Filipinas: "A veces la línea entre vivir una aventura o hacer una estupidez es muy delgada" por eso tenemos que estar alerta y valorar la situación de forma coherente.

Ante tanta indecisión decidimos ir a visitar a Jairo, el guía del museo etnoarqueológico y gran conocedor de las nacionalidades indigenas de la amazonia, para que nos dé su opinión. Jairo se ofrece a ayudarnos en todo lo que pueda, incluso insiste en que vayamos al museo con Tagaca, nuestro amigo waorani para conocerlo personalmente. Finalmente esto no es posible y Jairo nos anima a que vivamos esta experiencia única de adentrarnos en lo más remoto con una comunidad indígena semicivilizada, pero que tengamos sentido común y que si vemos que la cosa se complica no sigamos con la aventura.
Los waorani hasta hace unos años eran una tribu no contactada. Los más mayores tienen perforaciones en los lóbulos de las orejas que se las hacían cuando mataban al menos a 5 personas de otra tribu ribál. Los lideres de sus comunidades eran los ancianos mas valientes, aquellos que habian matado a mas enemigos.

A la mañana siguiente confirmamos a Tagaca que iremos con él y su familia a su comunidad para pasar allí 10 días y volver en la avioneta de los chinos.
Pasamos el día comprando provisiones básicas para nuestra estancia: arroz, aceite, azúcar, patatas y algo de fruta. También compramos una tienda de campaña muy básica y un plástico para cubrirla por si llueve porque no es impermeable, así no pasaremos la noche al raso en mitad de la selva.
Todo está listo para nuestra partida. Tenemos los nervios a flor de piel y todavía muchas dudas, pero dejamos nuestra mente relajada un rato sin pensar hasta que caemos dormidos.

Son las tres de la mañana y suena el despertador, tenemos todo listo para partir.

Hemos quedado a las 3.30am con Tagaca para iniciar la aventura. Esperamos en la calle frente a nuestro hostel. Tagaca se retrasa. Son las 4am de la mañana, todo está oscuro y no hay ni un alma por la calle. Es en estos momentos en los que nos preguntamos "¿qué coj... hacemos aquí? " pero justo en ese instante aparece un carro que nos deslumbra con sus focos, es Tagaca.
Subimos a la ranchera, que va cargada hasta los topes, incluso llevan una vieja nevera, la primera que va a tener la comunidad ya que disponen desde hace un año de paneles solares donados por una ONG japonesa. Nos preguntamos si todo esto cabrá en la canoa.

Abandonamos la civilización para adentrarnos por una pista de tierra entre una vegetación cada vez más espesa. El paisaje es precioso y los primeros rayos de sol dejan en evidencia la belleza de donde estamos. Tras cuatro horas de baches, la pista se termina justo frente a un río en mitad de la selva. El camino finaliza aquí, interpretamos que este será el inicio de nuestro periplo.

Descargamos el vehículo y la ranchera da media vuelta y desaparece por donde ha venido.  Compruebo mi móvil y no hay cobertura. Estamos en mitad de la selva con unos desconocidos, pero estamos tranquilos, ahora sólo tenemos que esperar a que el hermano de Tagaca venga con el motor de la canoa para partir.

Van pasando las horas y el hermano de Tagaca no llega, pero como no hay cobertura, no sabemos donde se encuentra. Tagaca está tranquilo, no hay nada que le altere, así que nos dedicamos a remojarnos en el río pues un calor pegajoso se mete en cada poro de nuestra piel.

Son las 5 de la tarde el sol comienza a bajar y nos quedarán unas dos horas de luz. Tagaca no dice nada y todos parecen estar tranquilos. Tagaca es el único miembro de la familia que habla algo de castellano, el resto solo habla wao. La falta de comunicación y las diferencias culturales se acentúan. Toni y yo nos miramos. Sabemos que su hermano no vendrá y que tendremos que pasar la noche allí y mañana evaluar qué hacemos.
Al otro lado del río divisamos una casita y un hombre agita la mano saludándonos. Se acerca con su canoa y nos invita a pasar la noche en su casa. La familia es de la nacionalidad indígena kichwa y son encantadores, más comunicativos y sociables que los waorani. Los waorani apenas hablan. Los niños wao aprenden observando a los adultos, pero jamás les preguntarán, sería una falta de respeto, el conocimiento les llegará con la paciencia y la observación. Pasamos una noche agradable hablando y compartiendo experiencias, sin saber qué nos esperará mañana.

Amanecemos con el animo muy alto. Aunque no vayamos a ningún otro lugar, sólo llegar hasta aquí ya ha merecido la pena.
Nuestra canoa está preparada y cargada, solo falta que llegue el tan deseado motor, si no no llegaremos a ningún lado. 
Son las 13h, llevamos aquí un día y medio esperando. Una extraña sensación nos hace sentir que lo que mal empieza no puede acabar bien. Quizás esta era una de esas señales a las que había que hacerle caso y abortar la aventura, pero mis ganas de vivir esta experiencia me impiden ver más allá. Toni tiene más claro que deberíamos escuchar las señales, pero yo sigo confiando en que con paciencia todo se solucionará.

Los dueños de la casa quieren ayudarnos y se van en busca de un familiar lejano para que nos deje un motor. A las dos horas llegan con un peke-peke, un pequeño motor de canoa. Intentamos arrancarlo una y otra vez, pero no dura arrancado más de un minuto.  Aunque hacen el intento de reparar el motor no acaba de funcionar bien. Finalmente deciden partir con el motor averiado y con una canoa a reventar.
En estas condiciones iniciar el viaje es una locura y tenemos que tomar una  decisión, ¿vamos y seguimos adelante, asumiendo los riesgos, o nos quedamos y abandonamos nuestro sueño de vivir un tiempo en una comunidad indígena en el interior de la selva? Finalmente cerramos los ojos y nos metemos en la canoa, sabemos que es una locura pero tenemos que intentarlo.

El río lleva mucha corriente y las piedras puntiagudas sobresalen de la superficie. Nada más salir, el motor se para y al no tener gobierno sobre la canoa, esta choca contra unas rocas puntiagudas que casi nos hacen volcar. Seguidamente consiguen arrancarla y continuamos rio abajo, pero nuestras caras delatan que algo va mal y que quizás no ha sido una buena idea seguir a toda costa. Además Tagaca no se comunica con nosotros y no nos da la suficiente confianza como para ponernos en sus manos.

Nos quedan unas ocho o nueve horas para llegar hasta la pequeña comunidad en la que tenemos intención de pasar la noche, sino tendremos que dormir en mitad de la selva. Sólo llevamos una hora y el motor se ha parado unas cinco veces y la corriente nos ha lanzado contra las rocas una y otra vez por la falta de gobierno cuando se apaga el motor. Tememos caer al agua y golpearnos contra las rocas. Para más incertidumbre unos nubarrones negros amenazan con descargar sobre nosotros una tromba de agua. En ese momento recordamos las palabras de Jairo, que nos instaban a abandonar la aventura siguiendo el sentido común si veíamos que la situación se complicaba. Quizás sea el momento de dar un paso atrás.

Divisamos una choza de madera cerca de la orilla. Rápidamente Toni y yo nos miramos y los dos pensamos lo mismo. "Para", le gritamos a Tagaca, "en estas condiciones preferimos no seguir". Tagaca acerca la canoa a la orilla. Nuestra aventura ha terminado.
Descargamos  nuestros enseres, y vemos con tristeza como la canoa se pierde río abajo hasta desaparecer.

Una enorme desilusión nos invade, pero sabemos que hemos hecho lo correcto. Nos acercamos a la casa y vemos a una mujer, que se presenta como Martha. Su sonrisa y su agradable cara nos devuelven a la calma, y a conectar con la belleza de este lugar. Le contamos lo sucedido. Le transmitimos nuestra decepción y tristeza por abandonar nuestro sueño y le preguntamos si conoce a alguien que nos pueda acercar con su canoa de nuevo río arriba hasta donde termina la pista de tierra, más o menos a una hora y media de allí. Martha sonríe y nos dice que no nos preocupemos por nada, que hablará con su hermano que tiene una canoa y que nos llevará sin ningún problema.
Nos invita a que descansemos en su casa mientras ella acude a una reunión con la comunidad, después solucionará el tema de la canoa, mientras nos ofrece como bienvenida la bebida de chicha que ha preparado.






La chicha es una bebida tradicional indígena que se prepara a base de yuca hervida machacada y masticada por las mujeres para conseguir una fermentación con la saliva y a la que se añade agua del río. Más tarde nos enseñará a hacerla.




Siempre que nos preguntan que llevar en la mochila para un viaje tan largo, contestamos: una mente abierta, actitud positiva y paciencia, ademas les añado las que deben dejar en casa: los miedos, el tiempo y las expectativas.
Si algo hemos aprendido en nuestros viajes es que esto es más esencial en las situaciones en que algo no sale como planeabas. Además las prisas no son entendidas en estas culturas donde el tiempo no importa y la intención siempre es la de ayudar.

En pocos minutos empieza a descargar sobre nosotros una tremenda tormenta con un viento tan fuerte que derriba algunos arboles de gran porte sobre el río. Ahora nos alegramos de estar aquí y no en la canoa a la deriva bajo la lluvia.
Poco a poco va amainando y todo parece volver a la calma. Dos simpáticos niños aparecen y no tardamos en ponernos a jugar con ellos, sus carítas morenas y sus grandes ojos nos devuelven la alegría.



Uno de ellos me coge de la mano y nos lleva selva adentro. Nos enseña todas las plantas y nos explica sus usos, también se sube a los arboles, coge sus frutos y nos invita a probarlos. Le preguntamos el nombre del fruto y cómo se come. Se sorprende ante tanta ignorancia. Su mirada refleja incredulidad ¿de dónde han salido estos que me hacen estas preguntas?


 




 

Kevin es un verdadero niño de la selva y se siente feliz y orgulloso de donde vive. Entre explicaciones sobre la utilidad de cada planta nos dice "No me gusta la ciudad (refiriendose al pueblito de Puyo) porque allí no hay nada y todo cuesta dinero. Sin embargo, aquí en la selva hay de todo y no hay que pagar por nada".
Vaya lección nos acababa de dar un niño de 11 años. Estas palabras de sabiduría resonarían en nuestras cabezas una y otra vez.
Toni está encantado y veo como sus ojos miran con ternura y entusiasmo a este chiquitín que ama el lugar donde ha nacido.
Martha regresa de su reunión, son las 17pm de la tarde y nos ofrece quedarnos en su humilde casa a pasar la noche. Este pequeño poblado Kichwa se llama Daipade y sin pretenderlo nos ha ofrecido lo que estábamos buscando. Y es que cuando se cierra una puerta se abre una ventana.

Muy gustosos aceptamos su oferta de pasar la noche con ellos, además tenemos comida y podemos aportarla para hacer una cena común.
A la luz de la hoguera devoramos una deliciosa cena a base de arroz, yuca, patatas y tomate, mezclada con algo de carne de un animal desconocido que habían cazado la noche anterior.






Aquí no hay luz, así que antes de que se haga totalmente oscuro nos vamos todos a dormir. La parte de la casa destinada a dormir es la planta de arriba, y consiste en un simple tejado de zinc sin paredes. Sobre el suelo de tablas tienen un colchón donde duermen todos juntos. Nosotros montamos nuestra tienda para protegernos de los zancudos, cerramos los ojos, pero la selva no duerme por la noche, quizás sea este el momento más activo para la mayoría de los animales que la habitan y miles de sonidos que no podemos identificar surgen cuando se hace de noche. Sumidos en los sonidos de la selva y bajo este festival de la naturaleza, nos quedamos dormidos después de un día de emociones intensas.

En la selva se van a dormir pronto y se despiertan más pronto aún. No han salido los primeros rayos de sol y todos comienzan a levantarse. Martha nos ha preparado el desayuno y sin saber muy bien cuál es nuestro plan, nos invita a que la acompañemos a pasar el día con ella y su hija en la chakra (la huerta) para recoger yuca y plátanos.

 

Martha es tímida pero comunicativa y muy cariñosa y parece haber entendido perfectamente nuestra ilusión por conocer el lugar en el que vive y quiere mostrarnos como es su día a día y sus costumbres. Sin darse cuenta, esta mujer a la que hace tan solo unas horas no conocíamos, nos ha regalado una experiencia increíble, compartiendo generosamente con nosotros todo lo que tiene.




Para ir a la chakra tenemos que ir río abajo una hora. Emocionados ante nuestra excursión nos embarcamos con su hija en la canoa.












El paisaje es precioso, un manto verde cubre la inmensidad. Una hora después llegamos a la chakra, y nos adentramos en la selva con machete en mano.








 

Juntos recogemos yuca y plátanos y Martha nos prepara una comida con yuca y arroz. En estos días hemos aprendido más que nunca de la selva y de cómo viven sus habitantes aquí.



 

Piel de tigrillo,  los furtivos lo cazan debido a su bonita piel y no quedan muchos. Los kichwas sólo los cazan ocasionalmente para comer.


 

Martha es una mujer digna de admirar. Vive sola con sus tres hijos en la selva. Su marido es maestro y trabaja en un pueblo a dos días de aquí. Además en Daipade no hay electricidad, ni cobertura móvil, pero eso no es problema para ellos.
Hemos pasado un día increíble, son las 17h y regresamos a Daipade. Martha insiste en que nos quedemos unos días más y que disfrutemos del lugar y de jugar con sus hijos Mikel y Kevin, con los que ha habido una conexión especial.

 
 

 
 

Toni sigue descubriendo con Kevin todas las plantas de la zona y su utilidad. La selva es despensa y farmacia. Yo juego con Mikel y enseño a Martha y a su hija a hacer macramé con mis hilos encerados.

 

Martha nos comenta que el fin de semana irá a Puyo para reunirse con su marido y decidimos ir con ellos. Kevin y Mikel vienen también con nosotros y la vuelta se hace alegre y divertida.

Subidos en la canoa vemos cómo poco a poco la espesura de la selva va quedando atrás. Nos da pena abandonar este maravilloso lugar oculto en la selva, pero acompañados de nuestra familia adoptiva por unos días, todo se hace más llevadero.
Tras llegar al inicio de la pista esperamos una ranchera  que nos acerca a una aldea y de allí montamos en un autobús que nos llevará a Puyo. Mirando por el cristal aquel maravilloso paisaje, pensamos que Martha nos ha regalado una de las experiencias más maravillosas que hemos vivido nunca. Les estaremos siempre agradecidos por cómo nos acogió y cómo nos mostró su cultura y sus costumbres sin pedirnos nunca nada a cambio.






A nuestra llegada a Puyo, sentimos algo de tristeza por tener que despedirnos de los niños, y de Martha. Se acerca la hora de comer y decidimos invitarlos a comer en el mercado para disfrutar un rato más juntos, y de alguna manera agradecerles todo lo que han hecho por nosotros.

Después, nos abrazamos y nos despedimos y Martha y su familia desaparecen entre la gente.
Atrás quedarán muchos buenos recuerdos que siempre guardaremos en nuestros corazones.



06 de septiembre de 2019, Puyo y Pomona en bici. 


Estamos tremendamente emocionados, hemos llegado a una de las puertas de entrada a la amazonia ecuatoriana.

Creo que toda nuestra vida hemos soñado con este momento, con encontramos en este maravilloso lugar del mundo, y ahora estamos aquí, a escasos kilómetros de muchas comunidades indígenas y comunidades no contactadas que viven ocultas en la selva evitando el contacto con el resto de los humanos.

Un doble sentimiento recorre nuestra mente en estos momentos, por un lado la emoción de estar aquí y adentrarnos en la selva, y por el otro, el miedo a la decepción de encontrarnos con la posibilidad de no poder acceder ni siquiera un poquito al interior de la selva sin ir en un tour organizado pagando un dineral para no ver nada auténtico. Siempre nos asaltan estas dudas cuando llegamos a lugares remotos pero tan ricos culturalmente, en los cuales, no hay nada de información para poder hacer algo por libre y no nos gusta la idea de convertirnos en parte de un rebaño.
Veremos que nos depara Puyo y esta parte del mundo.

Pasamos varios días familiarizándonos con la zona y estudiando qué posibilidades y qué lugares podemos visitar.

Paseando por el mercado, pronto nos damos cuenta de que estamos ya en un lugar muy auténtico, entre la multitud se mezclan algunos indígenas que se han acercado a Puyo a vender sus recursos: gusanos, yuca, platanos y raíces y plantas de la selva.




Pronto pasamos de la euforia a la decepción total y la desilusión. Aquí en Puyo hay muy poco turismo y apenas hemos visto occidentales y eso nos gusta, pero por contra, no hay nada de información sobre qué hacer o qué lugares visitar y las únicas posibilidades de adentrarse en la selva es con un tour, ya que se necesitan permisos de las comunidades que acepten tu visita. Además llegar a las comunidades no es nada fácil y requiere en todos los casos navegar con una canoa por el río durante varios días o ir en avioneta.

El gobierno de Ecuador reconoce 14 diferentes nacionalidades indígenas y en las zonas de la Sierra y la Amazonía existen representantes indígenas con puestos gubernamentales relevantes, que velan por el respeto y la seguridad de sus pueblo, por lo que también es algo complicado saltarse todas estas normas y presentarse por libre en una de las comunides sin ser invitado.

Sentimos algo de frustración al saber que poco vamos a poder visitar, pero como siempre intentaremos disfrutar de la zona sin esperar nada más.

Paseando por las calles de Puyo encontramos el museo Etnoarqueológico y decidimos visitarlo. Quizás es una de las visitas más interesantes que hemos realizado a un museo en los últimos años, su guía Jairo, apasionado, formado, experimentado y divertido nos hace una visita guiada increíble, explicándonos cada detalle acompañándolo de su experiencia personal, ya que estuvo un tiempo conviviendo con varias comunidades indígenas. Por primera vez veo expuestas en su tierra de origen, las cabezas reducidas por los shuar (jíbaros) y recuerdo las tardes en el museo etnográfico de Madrid cuando era pequeña donde las vi por primera vez y me quedé impresionada. Ahora estábamos aquí, en la tierra de los shuar y no los jíbaros como yo los conocía, nombre que fue usado de forma despectiva que significa los salvajes. Los shuar es conocido como un pueblo guerrero y muy temido y sigue viviendo en la selva manteniendo poco contacto con el mundo exterior.

Tras terminar la visita al museo hablamos con el guía y le explicamos la enorme pasión que sentimos por poder adentrarnos en la selva y conocer alguna comunidad indígena. Él nos anima a que lo intentemos y nos aconseja que vayamos a visitar a la presidenta de la comunidad kichwa del pueblo de Sarayaku para ver si nos concede un permiso para visitar su comunidad. Sarayaku es una comunidad indígena conocida por querer preservar la naturaleza y por luchar fuertemente contra la explotación petrolífera que quiere realizar una empresa argentina. Además Sarayaku está algo preparada para el acoger turistas y sería un acceso ideal a la selva.

En nuestro empeño de conseguir visitar comunidades indígenas nos envalentonamos y visitamos a la presidenta kichwa. Tras varios intentos fallidos de hablar con ella, finalmente lo conseguimos y aunque intentamos convencerla de que somos profesores y queremos hacer un estudio sobre su comunidad para llevarlo después a las escuelas y concienciar a los niños de todo el mundo sobre la necesidad de respetar la diversidad cultural y étnica al igual que la naturaleza, su negativa en darnos el permiso es clara y nos explica que tendríamos que haber enviado una solicitud con nuestro proyecto por lo menos con tres meses de antelación para poderlo estudiar, y nos insta a que vayamos con una agencia y que de esta forma sí podremos acceder.

Realmente respetamos y compartimos la actitud de preservar su cultura y sus comunidades, pero nos resulta contradictorio que bajo previo pago de una buena cantidad de dinero que es lo que vale el tour organizado gente que a veces no tiene ni el respeto ni la pasión por conocer estas comunidades,  puedan acceder de forma inmediata y sin ningún requisito, algo que para nosotros se nos hace inaccesible.

Algo decepcionados y tristes por la situación decidimos probar suerte con otra opción, la de alquilar unas bicis y recorrer una zona cercana en la que también parece que hay comunidades indígenas, quizás no sean tan auténticas como las que están adentrandose por el río Pastaza, pero también parecen interesantes. Ahora nuestros esfuerzos se concentran en encontrar algún lugar en el que nos alquilen una bicis, tarea que no parece fácil. Lo intentamos en varios hoteles y en todos nos dan la misma respuesta, ya no alquilan porque no hay turistas. Cuando ya lo teníamos todo perdido nos damos cuenta que frente a nuestro hotel hay una agencia de viajes y parece que alquilan bicis, por fin.
No sabemos cuántos días estaremos con las bicis, si uno o dos, pero en la agencia nos dan todo tipo de facilidades y nos dicen que no nos preocupemos.



Nos levantamos tembrano y comienza nuesta aventura en bici. Acostumbrados a nuestras bicis, estas son de peor calidad y nada más salir nos damos cuenta que posiblemente no podamos llegar muy lejos, incluso barajamos la idea de dar media vuelta, pero como la tenacidad siempre tiene su recompensa, decidimos seguir. Nos disponemos a conocer y adentrarnos en el sector de Pomona. Abandonamos la carretera principal y tomamos una secundaria que nos adentra poco a poco en la selva. Es fácil encontrar las comunidades ya que la mayoría están indicadas con unos carteles en los que aparece el nombre y una lista de los servicios que ofrecen, por ejemplo, si hay alojamiento, artesanía, canotaje, comida, etc. Estamos tan ilusionados que queremos visitarlas todas. Están algo preparadas para recibir turistas con instalaciones básicas, pero visitarlas bien merece la pena, ya sea por conocer un poco más sobre sus comunidades y cultura como por conocer la zona donde se encuentran, cerca del río y rodeadas de selva.






















Pasamos todo el día visitando comunidades, en su mayoría kichwa y decidimos elegir la comunidad de Sacha Wasi o casa de la selva para pasar la noche. Se sorprenden al vernos llegar en bici, porque no es una zona de fácil acceso. Nos ofrecen una cabaña de bambú cerca del río para pasar la noche básica pero muy agradable. Pasamos muy buena noche, ha sido una experiencia muy buena.


Seguimos con nuestra aventura en bici, la idea es hacer una ruta circular, pero el camino es cada vez más complicado y tenemos que cruzar varios ríos y no sabemos si hay puentes, lo iremos comprobando cuando lleguemos.

Nos disponemos a llegar hasta un cerro desde donde hay un mirador para poder contemplar las vistas al río y a la inmensidad de la selva, pero las rampas son duras. Por fin llegamos, pero el mirador está dentro de un hotel y nos piden direro por entrar, finalmente negociamos con el dueño y nos deja entrar pagando solo un tiket.
Las vistas son realmente increíbles, el río serpentea entre la selva y la vegetación lo invade todo.




 









Viendo estos paisajes donde la naturaleza lo inunda todo, uno siente un pequeño alivio al ver que todavía la naturaleza es la dueña en algunas zonas del planeta.

Hoy es nuestro segundo día en bici y es un verdadero placer ir descubriendo comunidades indígenas a la velocidad de las mariposas.



Vemos un cartel que indica que a varios kilómetros del cruce hay un poblado, aunque tenemos que desviarnos de nuestra ruta, creemos que merece la pena investigar. El camino se hace cada vez más estrecho y la vegetación crece libre. Después de unos minutos llegamos al final del camino, no hay comunidad, qué extraño...un pequeño río nos separa de la otra orilla y una tarabita con poleas conecta un lado con el otro. La comunidad está justo en la otra orilla. Candamos nuestras bicis y nos aventuramos a cruzar, pero la tarabita está muy oxidada y no sabemos si estará en buen estado, pero hemos llegado hasta aquí,, y tenemos que intentarlo.










Después de muchas dificultades llegamos al otro lado, vemos una pequeña comunidad con algunas casas. Nos da bastante respeto entrar. No vemos a nadie y poco a poco vamos entrando a la comunidad, parece que todos están trabajando en las chacras, pero tras un rato, decidimos salir para evitar problemas, no vaya a ser que aparezca alguien y nos encuentre dentro sin haber sido invitados.






 Los peligros del camino


 Salimos rápidamente, todavía con algo de tensión en el cuerpo, cogemos nuestras bicis y volvemos al cruce.

Desde aquí todavía nos quedarán unas cinco o seis horas hasta llegar a Puyo, pero en el camino una cabaña de bambú que hace de restaurante, cocina unos pescados envueltos en hoja de banana que huelen súper bien y decidimos para a comer.

 

 El dueño es un hombre muy interesante y hablamos con el de naturaleza y de los proyectos que tiene en mente para proteger su entorno natural. Se nos hace casi de noche, y sin luz en las bicis es algo peligroso, así que aceleramos nuestra marcha para llegar antes de que la noche nos alcance. Con el último rayo de sol divisamos las luces de Puyo y una sonrisa entre nosotros nos hace pensar que ¡estamos salvados!

Legamos agotados a nuestro hotel pero con una sensación muy especial de haber conocido una parte muy especial del mundo.


04 de septiembre de 2019, Baños de Agua Santa.


Baños es un pueblo muy turístico que se encuentra en la llamada ceja de la selva donde se juntan la selva y la sierra, dando lugar a un exuberante paisaje maravilloso. La naturaleza inunda cada rincón y las montañas y las cascadas recorren de una forma magistral el territorio abrupto. Este es quizás uno de los ecosistemas que más nos gusta.



Debido a la gran cantidad de Hoteles que hay en el pueblo los precios son asequibles y de buena calidad.
 



Desde Baños se pueden hacer muchas excursiones para recorrer la zona. Nosotros optamos por visitar: la casa del árbol, el Pailón del Diablo, el Manto de la novia, las cascadas de Agoyán y muchas otras que nos encontramos por el camino.
Para llegar hasta la casa del árbol tomamos un autobús que nos dejó en la zona más alta en la ladera de un volcán inactivo, desde donde contemplamos las bonitas vistas y desde allí cogimos un sendero bastante oculto entre la maleza que iba descendiendo hasta el pueblo de Baños.






Al día siguiente salimos caminando hacia el Pailón del Diablo, y de camino pudimos conocer algunas cascadas casi secretas que se ocultan tras la vegetación, para finalmente llegar al impresionante Pailón del Diablo.

 




 



Es tan grandiosa la cantidad de agua que cae por todas partes que se produce un sonido ensordecedor que le deja a uno sin palabras. La fuerza del agua se muestra en todo su explendor y uno se siente realmente pequeño envuelto practicamente entre sus aguas.













Con la sensación de haber estado en un lugar impresionante iniciamos nuestra vuelta hasta Baños tomando algún autobús y haciendo alguna parada intermedia para conocer otras cascadas como el Manto de la Novia o las dos cascadas de Agoyán.






03 de septiembre de 2019, Zumbahua y laguna de Quilotoa.

Desde el volcán Cotopaxi nos dirigimos hacia la laguna de Quilotoa, pero la hazaña no resulta sencilla pues desde el Cotopaxi no hay transporte público por lo que de nuevo nuestra única opción es hacer autostop y probar suerte. Desde el parking del volcán es más fácil conseguir que alguien nos acerque a algún pueblo, por lo que nos acercamos a una familia que va a salir con su coche y les explicamos si haría el favor de llevarnos hasta alguna ciudad cercana ya que no hay transporte publico y ya desde allí tomar un bus. La suerte nos acompaña y desde el primer momento se muestran dispuestos a ayudarnos. Finalmente tomamos un bus desde donde nos deja esta encantadora familia y nos dirigimos hacia Zumbahua para visitar la turquesa laguna de Quilotoa.
Esta preciosa laguna no decepciona por el bonito e intenso color turquesa de sus aguas. Hay un treking de varias horas para dar la vuelta entera por la arista del cráter de la laguna, pero un fuerte viento sopla con intensidad y preferimos sólo dar un paseo sin más pretensión que disfrutar del paisaje.
















Del 01 de septiembre al 02 de septiembre de 2019, Volcán Cotopaxi, refugio José Rivas.

La aventura ya está servida, a lo lejos vemos el inmenso Cotopaxi y su magnitud nos atrae como un imán. Desde Sangolquí hay una carretera poco o nada transitada hacia el PN. Del Cotopaxi, es una pista de arena por la que se accede de forma más directa que volviendo a Quito y tomando la Panamericana.
Como nos gustan los retos nos lanzamos a la carretera por el acceso más corto hacia el PN y probar suerte haciendo autostop. Pasan varios minutos y una camioneta para y nos acerca hasta una finca en mitad de la nada, a partir de aquí apenas hay casas y todavía es más complicado que pase algún coche, pero la suerte ya está echada. 10 minutos más tarde una familia con una ranchera para con la fortuna de que va directa a visitar también el Cotopaxi y nos acerca hasta el parking donde empieza la subida hasta el refugio de José Rivas donde pasaremos una fria noche a 5.400m.















Del 29 de agosto al 31 de agosto de 2019, Sangolquí.

Sangolquí se encuentra a pocos kilómetros de Quito, casi se puede decir que es un barrio periférico y aunque la ciudad no tiene gran interés sus alrededores son interesantes.
En Sangolquí visitamos la gran cascada del Pita y la cascada del Cóndor Machay.
Desde la carretera que va hacia la cascada del Cóndor Machay se deja ver el imponente volcán Cotopatxi, nuestro próximo destino.












Del 26 de agosto al 28 de agosto de 2019, Papallacta.

A poca distancia de Quito se encuentra esta localidad andina situada a 3.300 m sobre el nivel del mar.
Papallacta nos recibe con lluvia persistente y el frío húmedo se nos cuela hasta los huesos. Los tres restaurantes que hay están cerrados y parece que sus habitantes han desaparecido. Por suerte encontramos un hostal donde resguardarnos del frío y pasar la noche. La habitación está congelada y tenemos que dormir dentro de nuestros sacos, además de las mantas.
Teníamos varias excursiones preparadas para hacer pero si el tiempo no cambia será difícil realizarlas ya que una de ellas transcurre por la zona alta del páramo del Parque nacional Cayambe-Coca, pero veremos mañana que nos depara el día.
Una ligera llovizna y un frío intenso se abre paso en las primeras horas del día y con dudas sobre que hacer, decidimos hacer una corta excursión a la Cascada del Duende a unos 4 km del pueblo.
El paisaje es muy bonito y de momento el día nos está dando una tregua. Llegamos a las cascadas, pero una valla nos impide la entrada. Un vecino nos dice que el dueño del terreno está fuera y que saltemos la valla sin problemas. Nos encontramos varios saltos de agua, siendo el de más arriba el más espectacular.




Es pronto y el día ha mejorado por lo que nos animamos a ir al Parque Cayambe-Coca para visitar la laguna de Loreto. Un bonito paseo de tres horas con una visita sorpresa, la de un zorro muy confiado que se acerca a nosotros seguramente buscando comida, remata nuestra bonita excursión.






Finalmente la visita a Papallacta ha merecido la pena y tras dos días volvemos hacia Quito para conocer Sangolquí.



Del 23 de agosto al 25 de agosto de 2019, Quito.

A pesar de ser la capital de Ecuador y de extenderse por un valle más de 370 kilometros cuadrados, el centro de Quito tiene aspecto y ambiente de pueblo. Pasear por sus calles peatonales y plazas es muy agradable.




Una de sus las atracciones es subir al volcán Pichincha. Un moderno teleférico te sube hasta un mirador y desde allí se inicia un treking hasta el Rucu Pichincha de 4.690m. Aunque la caminata está catalogada como de dificultad media no hay que confiarse pues la altura dificulta siempre el ascenso y cualquier pequeño esfuerzo se convierte en agotador, además hay algunos tramos de piedra suelta donde hay que tener cuidado. Desde la cima las vistas son realmente grandiosas.

















Del 19 de agosto al 22 de agosto de 2019, Ibarra y Otavalo. 

Nuestra entrada a Ecuador nos devuelve de nuevo a una realidad muy dura, la que están atravesando los venezolanos que se ven obligados a abandonar su país con las pocas pertenencias que pueden cargara sus espaldas.
En la frontera de Ipiales-Tulcan entre Colombia y Ecuador muchos venezolanos se agolpan para intentar cruzar antes del día 23, fecha que entra en vigor el nuevo decreto por el que sólo podrán entrar en Ecuador los venezolanos que dispongan de pasaporte. Es bastante impactante ser testigo de esta situación tan trágica.
Para tramitar la entrada a Ecuador los extranjeros no venezolanos tenemos otra fila y solo nos lleva una hora.
Cuando cruzamos la frontera tomamos una furgoneta que nos conduce hasta Tulcan, el primer pueblo de Ecuador. A mi lado una mujer venezolana junto a su familia me cuenta con lágrimas en los ojos como ha tenido que abandonarlo todo en su país y ahora se dirigen a Perú donde lo uníco que tienen es un conocido lejano. La mujer me dice: "nosotros somos gente normal que teníamos allá una vida normal" Se nos encoge el corazón al escuchar su historia.
Debemos tomar otro bus para ir a Otavalo, pero la terminal está totalmente colapsada. Miles de personas queremos comprar un billete para salir hacia alguna ciudad de Ecuador. Tras casi dos horas de espera, por fin conseguimos un billete para Ibarra.
El día ha sido largo, estamos agotados, la tensión de cruzar la frontera, las largas colas y esperas y los trayectos en autobús, nos han dejado KO por lo que decidimos quedarnos a dormir en Ibarra.
Ya en el hotel, mis ojos comienzan a cerrarse y tumbada en la cama pienso en todos aquellos venezolanos cargando maletas, mochilas, muchos de ellos con bebés que llevan varios días incluso semanas de viaje y que luchan por salir adelante. Lo más sorprendente es que casi todos te devuelven una sonrisa y se muestran optimistas, es realmente de admirar su fortaleza y actitud ante la vida.

Hemos dormido y descansado muy bien, todavía no nos hemos hecho a la idea de que estamos en Ecuador. Caminamos por el centro de Ibarra y poco a poco vamos tomando el pulso a este nuevo país.







Muchas mujeres llevan vestidos tradicionales quichuas, y los hombres amarran su pelo en una larga trenza. La gente, la música, la comida, todo ha cambiado, Ecuador nos da la bienvenida.
Tras unas horas paseando por el centro de Ibarra tomamos un bus hacia Otavalo donde pasamos varios días.

Ecuador es el tercer pais del mundo con más volcanes (80) y la altura y magnitud de estos colosos nos dejan con la boca abierta. Por la cordillera de los Andes cualquier montaña ronda los 5000 metros. Para nosotros que venimos de una ciudad a nivel del mar esto son palabras mayores y cualquier treking por fácil que parezca hay que tenerle respeto.

En Otavalo hay muchas cosas que ver y hacer y nuestra primera excursión transcurre ladera arriba por un sendero que nos lleva hasta el árbol sagrado para los Kichwas, llamado el lechero donde se hacen ofrendas y peticiones. Este árbol milenario tiene unas bonitas vistas a la laguna de San Pablo y al imponente volcán Imbabura que juega continuamente escondiendo su cima bajo las nubes.
Descendiendo hacia el parque Cóndor se toma un sendero que te lleva hasta la cascada de Peguche.
Algo imprescindible es visitar el mercado de los ponchos que luce en su esplendor los sábados y también admirar los murales pintados en las paredes de las calles de maravillosos artistas callejeros.
Al día siguiente visitamos la laguna de Cuicocha con sus dos islas volcánicas en el interior y con vistas al volcán Cotacachi.














Para llegar hay que tomar un bus hasta Quiroga y desde allí hay varias opciones, o pagar un taxi camioneta que cuesta sobre 8$, o hacer autoestop que es lo que hicimos nosotros, el trayecto es corto y es fácil que alguien pare. La laguna es imponente y decidimos hacer el treking que bordea toda la laguna que dura unas 4 horas. Después de disfrutar del recorrido, llegamos al parking para regresar, no hay buses, pero nos acercamos a unos chicos que van a salir con su coche y les preguntamos si nos llevarían hasta Quiroga de vuelta, aunque algo sorprendidos nos acercan sin problema. Desde Quiroga tomamos un bus para conocer el pueblo de Cotacocha donde se puede comprar articulos de cuero y visitar un interesante museo que describe las tradiciones locales.














Otavalo todavía tenía más cosas que ofrecernos y aunque llegar hasta la laguna de Mojanda no es nada fácil, a no ser que quieras pagar 15 $ para ir en taxi, nos la volvemos a jugar y decidimos ir en bus hasta el pueblo más cercano y luego hacer autostop y probar suerte. El reto no parece fácil, pues por la pista no parece haber mucho tráfico. Son las 8 de la mañana por lo que tenemos tiempo para recorrer a pie los 14 km que nos separan hasta la laguna en el caso de no tener suerte y no encontrar un carro que nos suba. No pasan ni 15 minutos cuando una camioneta para y nos lleva hasta la laguna. Qué suerte!
Es un lugar imponente, menos turístico que Cuicocha y eso le da un toque más salvaje. Desde la laguna decidimos subir al Fuya Fuya un volcán de 4.290m desde donde hay unas vistas impresionantes de la laguna y alrededores.
Tras una buena caminata de varias horas decidimos bajar y hacer de nuevo autostop para llegar a Otavalo y solo había un carro arriba, este nos para cuando baja y nos lleva.
















Después de unos días estupendos en Otavalo tomamos rumbo a Quito, la capital de Ecuador.



17 comentarios:

  1. Fantástico recorrido,que colorido e inte
    Eresante!!!
    DELWEIS.

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  2. Que historias más sorprendentes de los ciudadanos que tienen que dejar sus hogares.Bel.

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  3. Que historias más sorprendentes de los ciudadanos que tienen que dejar sus hogares.Bel.

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  4. Ánimo jóvenes. Vuestras experiencias son un referente de emocion y disfrute,para todos los seguidores.
    Un abrazo. M.M.

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  5. Es todó un deleite seguir los escritos que con tan buen acierto nos comentáis según los recorreis. Edelweiss.

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  6. Preciosas aventuras Bel.

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  7. Vuestras aventuras son fantásticas y leerlas y hacernos partícipes de ellas,es todo un lujo. Mar.

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  8. Yeni el Quijote,femenino.
    Marvel.

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  9. Se necesita ser una chica muy valiente para llevará cabo esa aventura. Bel.

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  10. Es el mejor libro de aventuras descubierto en .cucho tiempo!!! Fabuloso!!! Maribel.

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  11. Fantásticos aventureros por el mundo . Abrazos. LUNA.

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  12. Al leer vuestros relatos, me siento aventurera por el mundo.
    Gracias por compartir. Mabel.

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  13. Fascinante todo el recorrido.

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  14. Excelentes viajeros. Un placer disfrutar del gran recorrido con vosotros. Maribel.

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  15. Que interesante todo lo que comentáis en vuestros recorridos.
    Os sigo con toda curiosidad.
    Ánimos y saludos. Mabel.

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