Experiencias, sensaciones, alegrías, tristezas, todo lo que pasa por la mente del viajero quedará grabado en nuestra memoria para siempre. Dos almas que se juntan para vivir la aventura de la vida
12 de agosto de 2014
Ladak
Llegar a Leh
atravesando los Himalayas es, sin lugar a dudas, una experiencia muy especial.
Situado a 3.520 metros, la altitud en este rincón del mundo se nota.
Recorriendo
sus estrechas callejuela la
religiosidad se filtra por los rincones. Puedes encontrar ruedas de oración que
giran sin cesar representando el movimiento del universo. “Om mani padme hum”
es el mantra que los budistas tibetanos recitan usando su mala o collar de cuentas,
algo parecido a un rosario, que llevan siempre encima y que usan para contar
hasta completar una vuelta.
El Palacio
de Leh y el Fuerte de Tsemo coronan la
ciudad, colgando de lo más alto de la montaña como la guinda de un pastel. Detrás
la Tsemo Gompa donde ondean miles de banderas de oración como caballos al
viento.
Cientos de
pequeñas chorten (estupas tibetanas) adornan las laderas de las montañas
cercanas Pero sin duda es la Chowhang chorten la que más llama la atención en lo alto de una
cercana montaña. Desde allí disfrutamos de un precioso atardecer. Junto a la Chorten
hay una pequeña gompa en la que todos los días una hora antes del atardecer
puedes sumergirte en la meditación guiada por el sonido de un tambor que marca
el compás como si del latido del corazón se tratara.
En Leh nos
perdemos en los placeres mundanos de la comida continental, pizza, macarrones,
donuts de chocolate y demás hacen nuestra estancia más agradable si cabe.
Desde Leh
hacemos varias excursiones de un día para visitar los impresionantes
monasterios cercanos. Sobre una colina, el monasterio de Thiksey recuerda a su homónimo
de Potala en Lhasa, la mirada se pierde entre tantas pequeñas ventanas y
recorrer sus callejuelas nos hace adentrarnos casi en la época medieval.
En las
impresionantes gompas de Takthong, Thekchhnok, Hemis y Shey, el tiempo parece
haberse parado y el paisaje que las rodea las dota de un ambiente de misterio y
espiritualidad.
Durante las pujas se pueden escuchar a los monjes recitar mantras, fácilmente distraídos con la presencia de los turistas o con sus compañeros e incluso con sus smartphones.
Durante las pujas se pueden escuchar a los monjes recitar mantras, fácilmente distraídos con la presencia de los turistas o con sus compañeros e incluso con sus smartphones.
Pero no
hemos venido a Leh sólo a comer y ver algunos monasterios, esta es una zona
fantástica para hacer treking y la temporada es la ideal, pero en la mayoría se
aconseja guía y en muchas otras, debido a las largas etapas sin pasar por ninguna
aldea que provisione de comida obligan a contratar guía, mulas y muleros,
cocinero y demás y eso no nos gusta.
Leh está
lleno de agencias de viajes que te organizan la expedición, pero como siempre
preferimos vivir la aventura por nuestra cuenta, ser autosuficientes y llegar
hasta donde nuestros pies nos lo permitan. Nos gusta la aventura, pero en este
terreno de gran altura hay que ser cauto y por eso nos compramos un libro de
treking en el que se indica con mucho detalle las rutas, las aldeas dónde se
puede comer, zonas para montar la tienda y dormir y hasta dónde encontrar un manantial
con agua potable.
Nuestra idea
es enlazar varios treking y estar unos catorce días recorriendo Ladak. Decidimos
empezar por un treking fácil para ir cogiendo forma, así que iniciamos nuestra
ruta en Likir para llegar hasta Timisgahgan, pasando por Yangthan, Rizong Gompa
y Ang.
El autobús
nos deja a una hora de leh, absolutamente en medio de la Nada. El paisaje agreste
y sin nada de vegetación nos recuerda más de una vez a la imagen que tenemos de
Afganistán y la montañas donde se escondía Bin Landen.
Desde aqui hay que caminar una hora hasta llegar a Likir Gompa. Hace muchísimo calor pero al llegar al monasterio de Likir nos sentimos recompensados por su belleza.
Junto al monasterio hay una escuela para los niños monjes y nuestra curiosidad nos lleva a entrar. En ella los niños recitan mantras y como si de un examen se tratase se lanzan preguntas unos a otros que acaban con una palmada. Los monjes deben responder correctamente ante la pregunta del monje, es una forma de ejercitar la memoria y recordar las enseñanzas de los maestros budistas.
El profesor
vigila a sus alumnos con dedicada atención. El lugar nos gusta tanto que
acabamos durmiendo en unas habitaciones habilitadas para huéspedes dentro de la
escuela, además nos permiten dormir, cenar y desayunar a cambio de un donativo.
La experiencia es inolvidable.
Al día
siguiente a poco de salir, en un cruce de senderos dudamos cual es el correcto
y decidimos seguir una flecha azul que nos lleva por un estrecho desfiladero
donde nos encontramos, atada a una roca, una pequeña cámara con sensores térmicos
de detección de presencia, de las que
usa National Geographic. Nuestra sorpresa es enorme, ¡estamos en un posible
paso del leopardo de las nieves! Nuestra imaginación empieza a volar y ya nos
vemos encontrandonoslo de frente en cualquier momento. Entre miedo y risas nos
ponemos a hacer el tonto delante de la cámara, era inevitable regalarles unos
momentos divertidos a los que vieran después las imágenes, no del leopardo pero
sí de dos guiris haciendo el tonto.
Seguimos
subiendo pero la huella del sendero cada vez es menos clara así que después de
varias horas caminando, decidimos dar media vuelta. Por fin encontramos el
camino para continuar y llegamos a nuestro destino. Montamos la tienda y a
dormir.
Nuestro
primer treking ha durado dos días. Caminamos por la carretera principal hacia
Lamayuru, esperando que pase un autobús que nos lleve hasta nuestro destino,
pero un amable camionero nos para y se ofrece a llevarnos hasta Lamayuru, desde
donde empezaremos nuestro siguiente treking.
Lamayuru tiene
una impresionante gompa encaramada en la montaña.
Afortunadamente nuestra
llegada coincide con el cumpleaños del Lama de Lamayuru. Un gran festival nos
coge de sorpresa y cientos de monjes llegan de todos los pueblos cercanos para
disfrutar del evento. Música, bailes y comida acompañan este regalo que
recibimos por casualidad.
Desde Lamayuru comenzamos nuestro segundo treking con destino a Chiling, atravesando el Indus Valley y varios pasos de casi cinco mil metros, el Konze La de 4.950m y el Dung Dung La de 4.820m.
Desde Lamayuru comenzamos nuestro segundo treking con destino a Chiling, atravesando el Indus Valley y varios pasos de casi cinco mil metros, el Konze La de 4.950m y el Dung Dung La de 4.820m.
Cargados con
nuestra tienda de campaña y algo de comida por si no encontramos nada en el
camino nos dejamos cautivar progresivamente por este inhóspito paisaje. Cimas
nevadas y afiladas nos vigilan desafiantes. Es un terreno hostil para vivir y
la gente con la que nos cruzamos muestra los rasgos de una vida dura hecha a
base de esfuerzo y dedicación. A partir de la segunda etapa, el paisaje se
vuelve más salvaje y por fin nos adentramos en las montañas del Ladak.
Atravesamos varias aldeas remotas a las que sólo se accede por un sendero y que
están a varios días caminando de la carreta más próxima.
Después de cinco días de treking llegamos a Chiling de desde aquí uniremos nuestro treking con el del Valle de Markha. Nos sentimos en muy buena forma física, preparados para atravesar los pasos de montaña que nos encontraremos hasta superar el ultimo y más alto, el Kongmaru La de 5.050m.
La libertad
que nos da llevar nuestra tienda de campaña nos lanza a caminar sin la necesidad
de programar cada etapa para llegar a dormir a alguna homestay que ofrecen en
las aldeas. Pasamos por varias praderas buenas para poner la tienda, pero nos
encontramos con fuerza y queremos seguir avanzando para acercarnos un poco más
al paso del Ganda La de 4920m, que tendremos que atravesar al día siguiente.
Finalmente encontramos un buen lugar para acampar. Estamos solos, el silencio y
el viento nos rodean, el sol comienza a ocultarse tras los picos nevados de las
cercanas montañas. Hace frio y nos
ponemos toda la ropa que llevamos encima. De repente algo se oye, nos preguntamos si será
el leopardo de las nieves, éste podría ser perfectamente su territorio, pero
no, son unos ciervos salvajes que bajando por la ladera han desprendido algunas
piedras.
Cenamos con
las únicas provisiones que tenemos, una lata de atún de medio kilo y un poco de
pan de molde.
La noche empieza a cerrarse y sobre nuestras cabezas miles de estrellas aparecen como por arte de magia. Es maravilloso estar en un lugar tan salvaje y tan remoto.
La lata de atún
es enorme y no podemos terminarla. Antonio opina que es mejor dejar un poco
para el desayuno, pero yo empiezo a fantasear con la posibilidad de que el
leopardo, al olor del atún venga y nos ataque, a fin de cuentas que es un
leopardo más que un felino, como un gato grande, y a los gatos les encanta el
atún, así que entre bromas y risas, decidimos comernos toda la lata de atún para
evitar que se acerque.
La noche ha
sido fría y después de desentumecer el cuerpo nos preparamos para atravesar el
paso del Ganda La de 4920m. Superamos la subida sin dificultad, ya que después
de dormir a más de cuatro mil metros nuestro cuerpo está perfectamente
aclimatado. Desde arriba las vistas son preciosas, cientos de picos asoman por
todas partes, pero no podemos detenernos durante mucho tiempo, una larga bajada
nos espera hasta la aldea de Skiu.
Desde Skiu pretendemos llegar hasta la aldea de Markha, aunque son más de diez horas caminando. Para ello nos levantamos a las cinco, así aprovechamos las primeras horas del día que son más frescas. Atravesamos varios ríos, unos con pequeños puentes de madera y otros en los que la única manera de pasarlos es quitándonos las botas y remangándonos los pantalones y cruzar por la parte que menos corriente lleva.
Muchas horas llevamos andada pero la aldea de Markha nunca aparece, la noche empieza a echarse encima y pensamos en la posibilidad de acampar, nos queda una lata más de atún así que aunque no lleguemos a Markha algo podremos cenar. A lo lejos divisamos una casa, eso quizás indica que estamos llegando al pueblo. Nos emocionamos, por lo que seguimos caminando, pero es un valle largo y las distancias a veces engañan. Cruzamos por una zona de cuevas excavadas en una enorme pared de roca. Son casas cueva habitadas hace miles de años. Por fin tenemos la aldea delante pero un último inconveniente se nos presenta en el camino, debemos cruzar el rio que nos separa de las cuatro casas que conforman la aldea. Son las siete y quedan menos de media hora de luz. El rio es bastante ancho y lleva muchísimo caudal, no hay ningún puente para cruzarlo y a estas horas baja con mucho caudal después del deshielo en los glaciares causado por las altas temperaturas del día. Da miedo y no nos sentimos capaces de cruzarlo.
Finalmente
decidimos darnos media vuelta y esperar
a que mañana haya disminuido el nivel.
La noche se
nos echa encima y montamos la tienda en
una preciosa pradera rodeados de montañas. La sensación es espectacular,
estamos solos en uno de los lugares mas inospitos del mundo. La luna enorme y
lo ilumina todo, miles de estrellas en el cielo y de repente una enorme
estrella fugaz atraviesa todo el valle dejando una interminable cola. Antonio y
yo nos miramos boquiabiertos, estamos en un lugar maravilloso, los dos solos,
es una sensación muy especial.
A la mañana
siguiente llegamos de nuevo al rio y el nivel ha disminuido considerablemente y
la corriente ya no es tan fuerte, así que nos quitamos las botas y a cruzar. El
agua está gélida se nos quedan los pies congelados, casi no los sentimos.
Después de
una larga jornada llegamos a la pequeña aldea de Hankar con no más de diez
casas. Nos parece increíble que la gente pueda vivir aquí tan apartada de la
civilización, en unas condiciones tan extremas, con un clima tan duro, llevando
una vida tranquila pero muy dura, donde apenas a cambiado nada en cientos de
años.
Durante todos
estos días hemos dormido en la tienda de campaña y comido en las casas de las
pequeñas aldeas por las que pasamos, habitadas por gente humilde pero amable y hospitalaria,
que ama su tierra. No siempre quieren hacernos algo de comer pero al final
acaban accediendo por unas pocas rupias.
En nuestra
penúltima etapa dormiremos en Nimaling, una pradera a 4.500 metros con alguna
cabaña de pastores que llevan allí a sus yaks y cabras los meses de verano.
Durante doce dias apenas nos hemos cruzado con otros occidentales, pero en esta
etapa nos encontramos con varios grupos de montañeros, la mayoría vienen organizados
con sus cocineros, guías, muleros y una hilera de caballitos que les llevan las
mochilas, incluso alguno con problemas de mal de altura o cansado se ha subido
a un caballo. Al llegar a Nimaling nos juntamos todos. El paisaje es realmente
precioso, es una gran pradera verde donde los yaks, las vacas, las cabras y los
caballos pastan a sus anchas. Imponente ante nuestros ojos aparece el paso del
Kongmaru La de 5.050m que tendremos que subir mañana.
La noche ha sido fría y la helada ha dejado la tienda con escarcha. Nos levantamos muy temprano casi de noche, y con los primeros rayos de sol comenzamos a subir. Queremos disfrutar de la ascensión en solitario y no juntarnos con los grupos organizados que romperían la magia del lugar.
Cada paso
cuesta, se nota la altura, controlo mi respiración. Poco a poco vamos ganando
metros y completando el zigzag que nos lleva hasta lo más alto del paso. Ahora podemos entender
a los grandes alpinistas cuando abandonan su propósito de hacer cima a falta de
unos pocos metros. Miramos al horizonte y la belleza del lugar nos da fuerzas
para seguir. Por fin llegamos a la cima, nos abrazamos, somos los primeros en
llegar y podemos disfrutar de la grandiosidad de este paisaje, en silencio
simplemente contemplando lo maravillosa que es la naturaleza en su estado puro.
Nunca pensamos que subiríamos a tanta altitud, pero aquí estamos como dos
pájaros que buscan la libertad
recorriendo los caminos de la vida.
Después de
casi una hora solos en la cima, empiezan a llegar los más madrugadores y
empezamos a realizar un largo y agotador descenso de más de diez horas.
Al llegar a
Shang Sumdo estamos realmente cansados. Sentimientos encontrados nos invaden, por un lado una gran satisfacción por esta
maravillosa experiencia, completando nuestro treking que tanto hemos disfrutado,
pero por otro, un sentimiento de tristeza porque después de 14 días perdidos
por las montañas volvemos a la civilización. En nuestra memoria quedan grabados
todos los recuerdos y las vivencias. En Shang Sumdo hay muchas furgonetas de
tour organizados que esperan a sus clientes para llevarlos a Leh. La suerte
está de nuestro lado y unas chicas francesas nos invitan a subir a su furgoneta
sin pagar nada. A nuestra llegada a Leh estamos muertos por los que nos
quedaremos unos días más para descansar y porqué no, ¡¡¡comer rico!!!
Etiquetas:
India
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Fabuloso relatos inesplicables vivencias.
ResponderEliminarTe quiero Yeni. Mabel.
Que vivencias más fabulosas.
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